Nada tan desopilante como el fracaso ajeno. Los payasos fracasan ruidosamente en toda tarea que emprenden y el público ríe, ríe, ríe. El payaso perfecto fracasa incluso en su intento de divertir a los espectadores, que lo miran aburridos o incluso tristes. Es la culminación absoluta de su arte, pero pocos lo comprenden. Despedido del circo, nadie quiere emplearlo y camina por las calles desalentado, menos gracioso que nunca, seguido por un grupo de jóvenes universitarios que lo consideran un espectáctulo de culto. Con el tiempo, llegará a ganarse la vida dando conferencias. Su país lo postula al Premio Grock, el Nobel de los payasos.
Genial.
ResponderEliminarMe encantó este relato. Siempre me llamó la atención la triste vida paralela que llevan los payasos. Cada vez hay menos circos, menos risas. Gracias a este cuento me enteré adonde fueron a parar los payasos de mi infancia y al recordarlos, volví a sonreir. Saludos
ResponderEliminarEstupendo micro. Estoy leyendo ahora Cazadores de letras, y es un disfrute continuo.
ResponderEliminarSaludos cordiales,
Gemma Pellicer
un payaso escritor
ResponderEliminar