
Alcanzó la cima más elevada de la montaña. Miró el vacío que se abría a sus pies y se lanzó en honor a su hazaña. El eco de su grito rodó entre las peñas y su cuerpo, precipitándose como una piedra, se fue achicando, achicando y achicando. Se hizo un puntito negro y luego nada.
El inmortal
Cada vez que atenté contra su vida, se salvó de la muerte. Por eso, decidido a poner fin a mi pesadilla y acabar con él de la manera más rápida y efectiva, me armé de una pistola de caño corto, lo abordé en la calle, le apunté en la cabeza y le disparé un tiro a bocajarro. Él me miró tranquilo, abrió la boca y escupió la bala.
El prófugo
–¡Alto!
El prófugo siguió corriendo.
¡Pum!...
El prófugo cayó de bruces.
La sangre siguió corriendo.
Tres joyitas fabulosas. Felicidades!
ResponderEliminarTres joyitas fabulosas. Felicidades!
ResponderEliminar¡Buenísimo! No lo conocía a este autor. Buscaré más cosas suyas en la Red.
ResponderEliminarSaludos desde Salamanca. Carmen.