Nanofilología (más de Esther Andradi)


FRACTALES: UNA POÉTICA DE LO MÍNIMO


Der Amerikaner, der den Kolumbus zuerst entdeckte, machte eine böse Entdeckung.
Georg Christoph Lichtenberg


Un fractal, dice el diccionario de uso del español, es aquella figura cuya propiedad básica tiene el mismo carácter que el todo. Las formas fractales, las formas en la que las partes se asemejan al todo, están presentes en la naturaleza, como las hojas que presentan una morfología similar a la pequeña rama de la que forman parte que, a su vez, presentan una forma similar a la rama, que a su vez es similar a la forma del árbol, y sin embargo cualitativamente no es lo mismo una hoja, que una rama o un árbol. Así, la esencia de la coliflor está en cada una de las pequeñas rosas que a su vez conforman la gran coliflor. Es el origen del planeta contenido en un grano de arena, el fragmento que reproduce el universo, lo mínimo como expresión del todo, y si se sigue en esa dirección se llega derechito a la mística del Buda postulando bajo la higuera el Uno como la cumbre del ejercicio meditativo. Uno con la partícula que contiene el secreto del mundo, lo macro encerrado en lo micro, en lo mini, lo flash, lo hiper, lo nano. Por siglos, el ser humano ha utilizado patrones geométricos repetitivos, o recursivos, en la decoración de vasijas, arquitectura, la ilustración de libros y muchas otras manifestaciones artísticas que, de algunas manera, pueden relacionarse con estructuras fractales.

Pero Benoit Mandelbrot, el científico que utilizó la expresión fractal por vez primera en 1975 sólo aspiraba, dice, a capturar en una palabra la impresión de una piedra que golpea, y se fractura. El filón de un mineral disperso que concentra en cada astilla la información de la mina completa.

Principio quieren las cosas y lo primero es lo primero, como dicen los gitanos. Fractales, digo entonces ahora, para acercarme a esa literatura fraccionaria, embrionaria, fragmentaria, prima hermana de la poesía por su origen, producción, circulación y acaso destino. Miniaturas. Fragmentos que son las partes de un todo y sin embargo viven por sí mismos, con su propia estructura y densidad. En español se habla de microficción, microrrelato, hipercuento....para los ingleses, más dados a las clasificaciones, la cosa es así: menos de 25 palabras, flash fiction, menos de cincuenta sudden fiction, y cincuenta palabras o más minifiction propiamente dicha. Menos es siempre más resumía sabiamente Gracián, traducido como “lo bueno si breve dos veces bueno”, y en el Río de la Plata como “lo bue si bre dos veces bué”. Pero basta de imprecisiones, que mientras en España y América Latina se habla de micro, pues el Profesor Ottmar Ette acuña la definición de Nanofilología. ¿Y cuál es la diferencia? Nada más ni nada menos que unos cuantos millones en densidad. Mientras una micro partícula es una millonésima parte de, una nano partícula es una billonésima parte de. Sin ir más lejos.

No puedo evitar escribir cortito. Como decía Augusto Monterroso, ese gran maestro del género, escribo cortito no por estilo, sino más bien por flojera. Coquetería pura. Nadie elige el género, es el género el que se posa en una. Nada de novelas río. Lo mío es la gota que busca la piedra. Su utopía es horadarla. Como el computador los cría y ellos se juntan, así, al cabo de un tiempo, un año, dos, tres, ellos se reúnen y generan un libro.

Y porque esto es así, encontré también que había una forma de relatar a partir del fragmento, una forma de contar que no es menos ni más que un videoclip, el flash, la postal, la palabra que dice más que mil imágenes.

En un tiempo pensé que esta forma suscinta de contar tenía que ver con la vida en el exilio de mi lengua, entonces el follaje, la jungla de lo real, como dice Saer[1], el relato de los contornos, se reduce a lo mínimo, en un afán por abrazar lo esencial, el mero mero concho de las cosas. Escribo cortito porque lo aprendí de Juan José Arreola, dije entonces, buscando madres donde afirmarme. La narrativa de Arreola fue durante un largo tiempo un problema para los especialistas en literatura. Su apuesta por el ludismo y las formas de la ficción breve le grangearon más de una sospecha.

“En un lugar solitario cuyo nombre no viene al caso hubo un hombre que se pasó la vida eludiendo a la mujer concreta. Prefirió el goce manual de la lectura, y se congratulaba eficazmente cada vez que un caballero andante embestía a fondo uno de esos vagos fantasmas femeninos, hechos de virtudes y faldas superpuestas, que aguardan al héroe después de cuatrocientas páginas de hazañas, embustes y despropósitos.”

escribía Arreola en su Teoría de Dulcinea. Y después Italo Calvino con Las ciudades invisibles y las Cosmicómicas me inventaron el mundo literario deseado. Y Julio Ramón Ribeiro, con sus Prosas apátridas. Toda esta era una literatura reunida en el cajón de lo inclasificable. Palabra tan parecida a impresentable, a literatura disminuída, subdesarrollada, en vías de crecimiento. Y sin embargo una rosa es una rosa es una rosa. Y la enorme rosa compuesta de mínimas rosas dibujan la coliflor y así lo mínimo se encuentra con el fractal.

Corrían los años ochenta cuando leí el Tao der Physik , de Fritjof Capra, aquel manual que quería reunir la filosofía oriental con la ciencia de occidente. Y llegó a mis manos el Tao con su sabiduría.

Treinta radios se juntan en el cubo
Eso que la rueda no es, es lo útil.

Ahuecada,
La arcilla es olla.
Eso que no es la olla
Es lo útil.[2]

Me pareció el elogio absoluto de la administración del silencio, de lo no dicho, la utilidad de la austeridad en el decir, en el contar. Y me encontré tan corajuda como temerosa en eso de escribir lo que la rueda no es, lo que no es la olla... Porque escribir cortito no tenía buena prensa por entonces. Era el tiempo de la novela río de seiscientas páginas, del embalse literario que reunía a las represas de Asuán y de Itaipú juntas y y la chance de entrar al ruedo con un género por entonces ninguneado era escasa. El destino de mi manuscrito Come este es mi cuerpo[3], -Treinta textos eucarísticos Treinta- historias mínimas en torno a comidas y a hambrunas, un elogio de carnes, alcauciles y spaguettis en un allegro ma non troppo, fue pasar de mano en mano, ser leído en encuentros, en radios, traducido parcialmente y publicado en revistas en alemán y el poeta Abelardo Oquendo, editor de Mosca Azul, de Lima, fue el primero en leerlos y aunque le gustaron me confesó que no encontraba una colección adecuada para ellos. Así de una editorial a otra hasta que la escritora argentina Noemí Ulla, a quien encontré en la sala de lectura del Instituto Iberoamericano de Berlín se entusiasmó y me animó a enviarlos a la Editorial Ultimo Reino de Buenos Aires dirigida por el poeta Victor Redondo.

Con ese nombre, editorial y editor parecían un arcano pero Noemí tenía razón y en 1991, Come, éste es mi cuerpo vio la luz en Buenos Aires y aunque ya se han agotado dos ediciones, gracias a la vida el libro ha tenido la prudencia y el buen gusto de circular antes que el mercado descubriese que un buen libro de literatura “femenina” tenía que incluir comida y erótica.

Se ha dicho a menudo y con razón, que el texto se completa con el ejercicio de la lectura. Si esto es así, no hay mejor manera de dejar que intervenga el respetable cuando se escribe dejando espacios en blanco. Como dijo Roberto Fontanarrosa el humorista y escritor argentino recientemete fallecido:

Les voy a explicar desde mi punto de vista cómo yo elijo un libro. Ustedes lo toman como quieran, pero yo les voy a decir qué condiciones tiene que tener un libro para que yo lo elija.”“Primero y principal no tiene que ser un libro gordo. Un libro gordo me parece un abuso de confianza del autor hacia mi tiempo. Es como si aparece alguien y me dice: ‘Quisiera hablar con vos, tenés dos semanas libres...’. ¿Cuál es el lazo de confianza que me une a ese escritor para que durante dos meses yo me vaya a la cama con él y su libro?”
“Segundo, y lo va a comprender la gente que ya tiene cierta edad, y no es por la madurez: tiene que tener letra grande. Hay escritores que escribían con letra muy chiquita, y ya a esta altura del campeonato ese esfuerzo es excesivo.”
“Otra cosa: tiene que tener espacios en blanco. Si abro un libro y veo un masacote negro, como si fuera un amontonamiento de hormigas, yo digo: ‘¿Por dónde le entro al texto?’.”
[4]

En ese sentido, los cortitos tienen la ventaja de condensar en pocas palabras lo esencial del hilo narrativo. En estrecho parentesco con la poesía el relato breve reúne densidad y precisión, y, al igual que ella, circula por corredores ignotos, misteriosos, al margen de las autopistas del mercado y en los mil y uno atajos de la lectura.

Así como los fractales, el relato breve contiene en su interior una novela, varios libros filosóficos, tratados secretos...solo requiere la hermenéutica de un lector que pueda leer una línea y meditar todo un día en ella.

¿No es ésta una aproximación a la visión del Buda que proclamó el ser en Uno? Tan bien resumida, otra vez en esos versos borgianos:

si (como el griego afirma en el Cratilo)
el nombre es arquetipo de la cosa
en las letras de rosa está la rosa
y todo el Nilo en la palabra Nilo[5]


Y por último para decirlo con el maestro Wittgenstein:

“los límites de mi lenguaje” significan los límites de mi mundo.[6]

Parece imposible condensar más, lograr que tan poco llegue tan profunda y simultáneamente a tantos niveles como el Tractatus logico-philosophicus. Y si hay algo más que no he dicho, pues lo digo con él. Aquello de lo que no se puede hablar, mejor callar.[7]

Será entonces aspiración de esta banda de haraganes tipo Monterroso o especialistas en el dardo como Lichtenberg o sabios como Wittgenstein el de creer que siempre es posible decir más con menos. Y ahí estamos, viendo quien es capaz de arriesgar más blanco en cada página escribiendo en la cornisa, en todo lo que un texto aguante sin precipitarse al vacío, jugando con el vértigo, amuchado en una línea, concentrado en frasco chico.

Berlín, Noviembre 2007

[1] Juan José Saer, “La selva de lo real“ en Una literatura sin atributos Univ. Iberoamericana, México D.F. 1996
[2] Lao Tse, Tao te king, versión de Ursula K.Le Guin, Editorial Debate, Madrid 1999
[3] Esther Andradi Come, éste es mi cuerpo, Ediciones Último Reino, Buenos Aires 1991, (2da edición 1997)
[4] Roberto Fontanarrosa: “Pequeño Fontanarrosa Ilustrado”, fragmento de la charla del humorista en la Feria del Libro de Rosario publicado en la contratapa del diario Página 12, 30.Agosto 2006
[5] Jorge Luis Borges, “El Golem”1958, en Nueva Antología Personal,Emecé Editores,Buenos Aires, 1968
[6] Ludwig Wittgenstein Tractatus-logico-philosophicus, Alianya Editorial, Madrid, 1989
[7] Ibid.


Ponencia presentada por Esther Andradi en el Simposio Internacional Nanophilologie: Microrrelatos-Microficciones, organizado por el Prof. Dr. Ottmar Ette, en la Univerdidad de Potsdam el 28. de noviembre de 2007. Inédito en castellano, Fractales fue publicado en alemán en las Actas del Simposio, octubre 2008.
*la imagen es de: img.photobucket.com/.../IMG_2770.jpg

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