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La buena salud de Saturnino Rodríguez Riverón

-¿ Microrrelato? En la cama 12
- ¿ Y minicuento?
- Muy cerca. También trajeron de urgencia a liliputo, hiperbreve, nanocuento, ficción rápida, y otros por el estilo.
- No puede ser. Hasta ayer gozaban de buena salud.
- Tópicos. Eso suelen decir los autores y algunos críticos para congraciarse. Ahora están en terapia intensiva. Si no aparecen los medicamentos efectivos los perdemos.
- Increíble. ¿ Y cómo sucedió todo?
- Lo de siempre. Sobrepoblación. Hacinamiento. Falta el espacio; se alimentan mal; por economizar se les va la mano, y sobrevienen los padecimientos. Que si la columna, anemia, angiopatías, cuadros respiratorios agudos, artritis, el corazón; en fin...
- ¡ Entonces el problema es serio!
- ¡Muy! La problemática tomó un cariz pandémico. Se derrumban en masa.
- Alarmante. ¿ Algún otro problema?
- Estamos trasladando los pacientes hacia hospitales pediátricos.
- ¡Cómo! Eso es sacrilegio. Un crimen de lesa literatura. ¡ Ahora sí se mueren de verdad!
- Calma. No los mezclaremos con literatura infantil. Pero la estatura...Este hospital cuenta con camas para enfermos narrativos corporalmente desarrollados: cuentos, relatos, novelas... Por eso pensamos trasladarlos. Allí las camas se ajustan a sus dimensiones reales.
- Sería un golpe mortal para su autoestima.
- Tendrán que pasar sin ella. Por el bien de su salud.. Las cama es fundamental en los pacientes. Los médicos hacemos el juramento de Hipócrates, no de Procusto.
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Las vueltas de la vida de José Tomás Angola

GOTT IST TOT 
Ayer sacaron a Dios del mar. Era un cadáver de rostro hinchado. Quién sabe cómo llegó a ser catafalco esta alfombra salada, pero la verdad es que era Dios. Un movimiento no calculado, la torpeza de trastabillar y Dios cae como un fardo en las aguas intrigantes del mar. Nadie explica si murió en la caída o se ahogó entre los peces idiotas. La muerte le sobrevino serena dado que aún sus labios, los labios de Dios, sonreían. Nos queda la pregunta del empleo vacante; del oficio de gobernar el universo; de quién se hará cargo de la gerencia de las almas; del asunto de la justicia eterna; sobre la pena que el mar recibirá por asesinar; si fue premeditación o acaso alevosía. El cadáver mientras tanto yace con barba y calva en la orilla de una playa pegajosa y un oficial de la ley, vencido por la burocracia, escribe su informe... crimen pasional.

LAS VUELTAS DE LA VIDA 

 María Antonieta no vio nada. La tela negra envolvía su cabeza. Lo que podía era escuchar los insultos y los gritos. Muchos alaridos que crecían o disminuían como si a su alrededor pasaran cosas, cosas que ella no veía y que llevaban al populacho a gritar o a callar. La posición la incomodaba, de rodillas, inclinada, como cuando la recibía el rey en audiencia o se le entregaba al conde sueco que tanto placer le regaló en palacio. El zumbido chirriante le llamó la atención por sobre los aullidos y aunque estos se hicieron frenéticos, siguió concentrada en el ruido. Quiso tragar saliva y entonces no pudo. Comenzó a girar.

Todo le dio vuelta y aunque no pudo ver nada, sintió que rodaba por una escalera.

Cuando trató de detener los trompos, comprendió que ya no tenía cuerpo.

NEA THEA 

 La cesta rebosaba de granadas. Sus olores festivos, de cítrico punzante, desafiaban el aire asado del desierto. Pero dentro del canasto algo se movía. Un largo y brilloso ser se retorcía en sí mismo como si se masturbara. La piel escamosa hacía corvetas entre las frutas. Cada recorrido causaba un sonido de instrumento musical.

Como si diera un concierto microscópico, de oído diminuto, de nota enana. La cabeza, estirada como dedo acusador, se abría paso y en cada mirar sostenido la lengua vibraba palpando la temperatura. El áspid reinaba como diosa hermosa del imperio de la cestilla. Plena de alimentos podía estirarse y comprimirse a voluntad como mujer de faraón. Lenta, paciente, su reptar atrapaba a cualquiera que osara observarla. ¿Acaso no era ella la indiscutible reina del colmillo y el veneno? A quien deseara seducir con su danzar sibilino, a ése podría morder y hacerlo morir en el retorcimiento de la ponzoña. Si acaso hubiesen sido dos las viperas aspis en aquel universo, una siempre habría ganado: La fémina. La hembra se habría encargado de doblegar al macho, engulléndolo, o quizá el macho habría huido desesperado dejando a una sola víbora como ama del lar. Pero no hay reinado que dure para siempre. Ni siquiera en la limitada comarca de la canasta. El áspid no lo sabía. Se sentía imperecedera. Hija de Isis, en la ptolomeica promesa de la inmortalidad.

Todo acabó cuando la mano temblorosa de Cleopatra Filopator entró en la cesta.

INRI 

Después del fuerte grito se quedó allí, dormido por una eternidad, con los brazos abiertos en cruz. Sólo el lanzazo del centurión logró despertarlo.

DUX INVERSUS 

Yo, yo, yo, yo los conozco, no importa que luzcan al revés. Aunque sus pies estén en el lugar de sus cabezas, les reconozco. Borregos o pestilentes ovejas que no tienen dónde ir sin un pastor. Yo, yo, yo, yo, la encarnación de Júpiter, de Julio César, Yo, yo, yo, yo, el nuevo Escipión. Por mí cruzaron pastizales amarillentos en Eritrea, por mí lucharon con todo el poder de sus puños contra bandoleros anarquistas y reyezuelos, por mí desafiaron caminos que no hablaban italiano. Aún recuerdo sus cantos cara al Sol, las camisas negras que vestían con tanto orgullo. ¡Bestias...

mulas sin voluntad! Mírense ahora, berrean buscando quién los guíe. La masa sin alma que sólo un ser superior, yo, yo, yo, yo, puede dominar. Ahora apenas aúllan y lanzan esos pedruscos con los que quieren golpearnos... ¿no te das cuenta, Clara? Son menos que niños, son como perros, ruidosos y sin cerebro. Fueron por mí. ¡Ya verán en lo que me baje! Los quebraré con mi quijada, con mis brazos en jarra los incendiaré de pasión y volveremos a arrasar los campos y a cantar de cara al Sol con nuestras camisas negras.

Pero ni Benito ni Clara se bajaron, apenas continuaron meciéndose, colgados por los pies, en aquel columpio grotesco.

José Tomás Angola. Caracas, 1967. Narrador, poeta, dramaturgo. Ha publicado los libros: Una vaca en Nueva York (1997); De teatro y héroes (1999), Bombarderos sobre Londres (2005), Cuarenta años haciendo daño (2005), Sin freno concebido (2006) y Todas las ciudades son Isabel (2011).
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Otros Quarks de Jorge Ariel Madrazo

NEGOCIANTE
Bien que aprovechó ese tipejo, Ulises, su relación (léase: “dudosa relación”) con la maga Circe. Archivos del Partenon hoy decodificados arrojaron nueva luz en el asunto: el rey de Itaca se arregló con la Circe, para repartirse los salarios, horas extras y premios adeudados por él a sus hombres, a quienes la hechicera convertiría debidamente en cerdos. Miente el Homero al aseverar que el falso héroe les devolvió la forma humana. Al contrario, los vendió como jamón italiano, primera calidad.

GOLPETEOS
Esos ruidos, justo arriba de su cabeza. Ya no se pueden soportar. Se dice: calma, no debo ponerme violento, ya bastante he tenido estos días. De modo que bufa, patalea, grita alguna palabrota pero al fin se resigna: y bueno, claven, nomás, el ataud.

AQUILES
De pie, quiso girar sobre su eje.  Trescientos sesenta grados. No parecía difícil: debía rotar, deslizándolo con suavidad y con un leve movimiento giratorio, el talón del pie correspondiente al flanco hacia el cual quería voltearse. En forma simultánea, el otro pie acompañaría el proyecto, quizás apoyando sobre todo la punta (quizás no). Lo hizo, con cautela. Un movimiento, dos, tres… Al centésimo comprobó que jamás lograría su propósito: como cada segmento es divisible por nano-medidas inconcebiblemente ínfimas, lo más que conseguía cubrir, una vez y otra, era una infinitésima porción del trayecto total a recorrer. Hoy sigue parado en el mismo punto. La nariz mirando a la pared
  
TIRO DE GRACIA
Hundido en mi silla de ruedas −que impulsaba mi amigo Héctor−, la ví venir, ella y él aún sin vernos, ausentes del mundo, justo hacia nosotros. Aquél tipo le ceñía la cintura. En un esfuerzo supremo rogué a Héctor levantarme de la silla, fingir una postura erecta. Así, logré recibír casi de pie, como un soldado, el tiro de gracia.

ELUARD
Casi me sentía más indignado que él por aquella traición de su amada. “Debo cerrar la herida”, le oí susurrar. La cosa estalló cuando cometí el desliz de nombrarle ese nombre maldito: Cadaques. “Ahí, ahí me la robó”, dijo en un grito. Y se echó al garguero un trago de vino: “Muy buenos los tintillos argentinos”, fue el susurro. Pero se veía que volaba lejos. “Está de pie sobre mis párpados”, creí oir. “Ella ama, ella ama para olvidarse”, añadiría enseguida, con un sollozo. “Todo mi ser es la capital del dolor”, exclamó al fin en pleno arrebato. De pronto sonrió feliz: había hallado, como una gema resplandeciente, el título de su próximo libro. Sí, ríanse. Pero vayan sabiendo que ese diálogo mío con el francesito que fungía de poeta, el recuerdo lacerante de Gala, su traición con el flaco Salvador, lograron que La capitale de la douleur naciera de pronto, aquí mismo en esta pieza, en la alta noche porteña y de copas con Paul Eluard.

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El otro de Chevige Guayke


I
Reconozco que soy distinto a mí: el único parecido entre nosotros es que somos la misma persona
y eso, lector, carece de importancia.

II
Juro que nunca haré nada a espaldas mías
que no habrá secreto mío que yo ignore
que cuando decida tomar un rumbo distinto al mío
yo seré el primero en saberlo
que por más desprecios que yo me haga
siempre me trataré con el mismo afecto
y que cuando me toque morirme
solidariamente yo haré lo mismo.

III
He cometido múltiples delitos en mi contra. Sólo me falta asesinarme. Por eso me la paso huyéndome y aparentando como que yo no tengo nada que ver conmigo. pero es obvio es evidente que soy mi propio sicario y que el día menos pensado seré mi lógico mi único homicida.
Fotografía: Alexis Pérez-Luna

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Las leyes del sueño de Héctor Torres

Fotografía: Alexis Pérez-Luna

Cuando vimos la figura caer desde la platabanda, corrimos con la intención de comprobar nuestras sospechas. Al llegar junto al cuerpo supimos, en efecto, que se trataba de ella.
Recobró parcialmente su forma original para decirnos unas palabras extrañas y maravillosas, mientras nos advertía que se trataba de un sueño. Aunque lo más sensato hubiese sido socorrerla, comencé a escribir en una pared cercana lo que ella decía, porque la experiencia siempre me ha indicado que suelo olvidar los sueños y las cosas que en ellos se dicen.
Al día siguiente traté de recordar lo que dijo, pero resultó inútil. Fui entonces al edificio desde donde se había lanzado (en mi sueño, claro) y, en efecto, leí los garabatos escritos con prisa en la pared, sólo que no pude repetirlos hasta esa noche que me soñé en la misma escena.
Cuando desperté, nuevamente los había olvidado.

Tomado de: El amor en tres platos. Caracas: Equinoccio, 2007
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Final tácito de Laura Nicastro

Foto de Alexis Pérez-Luna
 
FINAL TÁCITO
Cuando la fiesta de bodas terminó, los consortes tomaron sendas cabalgaduras, guantes de halconería y algunos lebreles. Al tiempo regresaron a palacio con sus morrales repletos de piezas cazadas. Entrambos degollaron las presas, las hundieron en agua hirviendo para desplumarlas o pelarlas, las abrieron al medio y las despojaron de sus vísceras. Las dejaron reposar durante unas cuantas horas en un aderezo de laurel, pimienta de Indias, eneldo, enebro, vino espeso, abundante sal. Después las asaron sobre un fuego de leña.
Cuando los recién casados, exhaustos y famélicos, se sentaron a comer, recordaron la sentencia “y fueron felices para siempre y comieron perdices”. Nunca hubieran imaginado que ser felices implicaría tanto trabajo ... por toda la eternidad.
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Antología cartonera argentina



La antología

Cartón lleno
Breve muestra de la microficción en la Argentina

con selección de Esther Andradi y Sandra Bianchi
  y editada por Eloísa Cartonera


se presenta con lecturas y arte de tapa:
Ø      carrusel de microficciones
Ø      los escritores y lectores presentes pintarán sus propias tapas.



Sábado 10 de noviembre a las 18 hs.
en la Cartonería, Aristótulo del Valle 666- La Boca.




Tomo 1: Susana Aguad, Esther Andradi, Eduardo Berti, Sandra Bianchi, Patricia Calvelo, Sergio Francisci, Mario Golobof, David Lagmanovich, Andrés Neuman, Laura Nicastro, Roberto Perinelli, Orlando Romano, Luisa Valenzuela, Orlando Van Bredam.

Tomo 2: Alejandro Bentivoglio,  Raúl Brasca, Rosalba Campra, Diego Golombek, Leandro Hidalgo, María Rosa Lojo, Eugenio Mandrini, Ana María Mopty, Ildiko Nassr, Alba Omil, Rogelio Ramos Signes, Juan Romagnoli, Ana María Shua, Fabián Vique.


¡Los esperamos, vale la pena conocer la Cartonería
y participar del trabajo que allí se realiza!


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Bagliori estremi. Microfinzioni argentine contemporanee. Selección: Anna Boccuti

Una antología de minificción argentina en italiano. Incluye a: Eduardo Berti, Raul Brasca, Patricia Calvelo, Rosalba Campra, Carlos Culleré, Martín Gardella, Mario Goloboff, Diego Golombek, David Lagmanovich, María Rosa Lojo, Eugenio Mandrini, Ana María Mopty, Ildiko Nass, Juan Romagnoli, Orlando Romano, Norberto Luis Romero, Norah Scarpa Filsinger, Ana María Shua, Luisa Valenzuela y Fabián Vique.

Más información en: http://www.glieccentrici.com/bagliori-estremi-microfinzioni-argentine.html
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Dos de Alfonso Solano


Foto: Alexis Pérez Luna

LA NOCHE VOLTEADA
Un día en que sentía una necesidad desconocida de saltar al vacío, subí al piso de arriba en donde vivía, por unas largas escaleras, escabrosas, oscuras. Al llegar a la puerta de la única habitación que había en ese piso, extendí mi codo, empuñe mi mano y, finalmente, toqué fuerte con los ojos cerrados la madera dura de la puerta con mis nudillos. Ante mi asombro, apareció un ser indescriptible que no había nacido para abrir puertas. Solo pronunció una palabra: “Pase”. Y, como en un sueño borgiano, la noche se volteó. Ahora no sé en donde estoy.

SARTRIANA
Andrés se quedó mirando su reloj y exclamó en silencio: -es la una y media- luego pensó cavilante: “siempre se hace tarde”. De pronto, apareció ante él, la imagen de un hombre con tono y cadencia afrancesada que acercándose y mirándolo directo a sus ojos le pronunció con un sigiloso y elegante gesto: “el hombre es la suma de sus actos”. Pero, para Andrés, era la suma de su desatino, pues iba a verse con su novia esa tarde y el ómnibus pasó de largo y lo dejó varado en la parada. Si, Jean Paul tenía razón.
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