Las llaves de Miroslav



E l l a

Volvió al Paraíso por unos instantes porque se había olvidado de guardar algo en la cartera: un perfume de manzanas rojas.



Esopo

Antes de escribir sus fábulas con zorras, Esopo soñó con una zorra que le hablaba. Y antes de escribir sobre la anciana y el recipiente de vino; la mujer y el marido borracho; y de la zorra que no pudo alcanzar las uvas, Esopo tuvo sed de vinos que estaban lejos y de uvas que estaban muy altas y supo combinar los sueños con la realidad y aprender una lección. Años después, a esa experiencia purificadora se la llamó catarsis.


Sófocles

A los escenarios griegos concurrieron toda clase de desgracias físicas y morales. Si sumamos a estas circunstancias humanas lo irónico y paradójico de las vueltas de la vida, ya tenemos una pieza de teatro. Si el que la escribe o la dirige, desde cierta honestidad intelectual, nos entusiasma para descubrir una verdad, la gran verdad que ya todo el mundo conoce y el último en enterarse es el personaje, la obra tiene la inmortalidad asegurada, más allá de que él sea el asesino de su padre, el amante de su madre y que a la vez sea padre y hermano de sus hermanos, e hijo y esposo de su madre.


Cleopatra

Ptolomeo XII se acercó a su hija, que estaba jugando con un collar de lapislázuli de su madre, y luego la alzó tiernamente hasta la altura de sus ojos para preguntarle qué quería ser cuando fuera grande. En ese juego de un padre que idolatraba a su hija, heredera del reino de Egipto, las respuestas de la princesa eran siempre inesperadas. Una vez le dijo que quería ser una canción; otra vez, un baile. Después la niña creció y el rey dejó de jugar con ella. Eso sí, la última vez que le hizo la misma pregunta, la futura Cleopatra VII le dibujó un jeroglífico que su padre nunca pudo descifrar del todo: –Quiero ser una estrella de cisne.


Napoléon Bonaparte

Si Napoleón Bonaparte hubiera sabido que una marca de las mejores bebidas espirituosas iba a ser conocida en todo el mundo por su nombre, no hubiera elegido la carrera militar. El gran Corso no hubiera batallado en Italia, nadie se acordaría de la batalla de Marengo ni de la sedienta toma de Alejandría; mucho menos, de la batalla de Austerlitz. Finalmente, Napoleón no hubiera tomado ese trago amargo que fue la batalla de Waterloo y se hubiera dedicado de entrada a la fabricación de cognac.


La Gioconda

–Por favor no se mueva, después que termine de pintar esta parte de su cuello, seguiré bajando y bajando. Luego, el pincel será suyo.

5 comentarios:

Martín Gardella | 13 de octubre de 2009, 13:23

Tuve el placer de leerlo! Imperdible!

Abol | 14 de octubre de 2009, 5:18

Me encantaron los micros. Felicitaciones, Miroslav.
Un abrazo,
Lilian.

Anónimo | 14 de octubre de 2009, 12:50

Tuve el privilegio de escucharlo en las mesas de lectura de las III Jornadas de Minificción en Rosario, ahora tuve el placer de leerlo. Me encantaron sus microrrelatos, Miroslav. Nos leemos, Mariángeles

Javier López | 15 de octubre de 2009, 12:40

Excelentes micros Miroslav. Un placer leerte.
Desde Málaga, España.

Anónimo | 16 de octubre de 2009, 19:26

Leí tu libro y fui degustando uno a uno tus caramelos, sin premura, para saborearlos mejor. Con una prosa cuidada y luminosa, amigable, me llevaron de aquí para allá como haciendo zapping. Este Aleph me deslizó por la intimidad de la historia.

Miguel Angel Mori

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