Veredicto y texto ganador de Nerdades V - Junio 20l0

En el mes de Junio se analizó el artículo de David Lagmanovich: Por qué escribimos y leemos minificciones.
Los miniensayos recibidos se pusieron a la consideración del maestro David, quien nos remite el siguiente veredicto:


He recibido los materiales y te envío al respecto un pequeño informe. Se refiere a las contribuciones firmadas por "Sapo", "Gremlin", "Eneas", "Richard Densmore", "Welly" y "Moebius".

* * *

En primer lugar, noto el interés por la pregunta, pero al mismo tiempo una incapacidad general para acceder al discurso crítico. De esa manera, varias de las respuestas se reducen a la glosa de situaciones personales: "nunca había pensado en eso", "mi especie desconocía su existencia", etcétera. Esa actitud lleva a una visión parcial de la cuestión, a la inclusión de consideraciones ajenas al tema, o directamente al absurdo, como en el texto titulado "Microrrelato vs. sopa instantánea".

Todo esto sugiere la conveniencia de prestar alguna atención a las características de la prosa académica, en la que normalmente se formula el discurso crítico. Al decir "prosa académica" no me estoy refiriendo a una expresión pedante o engolada, sino a un discurso claro y a la vez exacto, que ignore las contorsiones en favor de la llaneza de la expresión. Hay un ejemplo eminente en la patria de estos escritores: Alfonso Reyes.

En otras palabras, no hay que confundir la prosa de la exposición crítica con la prosa (y el verso) de la expresión artística. Esta distinción resulta fundamental cuando se comienza a escribir, y también cuando se está entrando en un nuevo género.

Para pasar ahora a algunos casos individuales, en el escrito de "Sapo" lo más interesante me parece lo que él considera su tercera respuesta: la nueva pregunta sobre si existen lectores "puros". Este párrafo (aunque no conteste la pregunta formulada) merecería ser aislado, explorado en sus diversas dimensiones, meditado, y entonces reescrito en la forma de un breve ensayo crítico.

El trabajo de "Gremlin" es demasiado vago y padece de las limitaciones de un estilo confesional, que también alcanza innecesarias cumbres en el escrito siguiente, el firmado por "Eneas".

En cuanto al trabajo firmado por "Richard Densmore", elude toda respuesta inteligible sustituyendo la reflexión crítica por una exposición de sus propios microrrelatos. Es como decir: "aquí están mis escritos, estúdienme". Pero no era ese el sentido del ejercicio propuesto.

En lo que se refiere a la contribución de "Moebius", me parece la más promisoria del grupo, aunque en mi opinión el autor debería replantearse el problema y centrar su exposición en la pregunta formulada. Como en otros casos, muestra una tendencia a irse por las ramas, pero es el de lectura más interesante en todo el grupo.

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Un cordial abrazo, == David


El miniensayo ganador es el siguiente:

Nerdad V - ¿Por qué leemos y escribimos microrrelatos? Autor: Moebius.

Parodiando el hipertextual microrrelato de José de la Colina “La culta dama”, sobre la ilustrada señora que aseguraba haber empezado a leer ya “El Dinosaurio” de Monterroso, ¿cuántas veces habremos releído nosotros el célebre cuento del guatemalteco en nuestra imaginación? De todo puede haber en la viña del señor, pero me cuesta imaginarme a alguien que, aburrido, abandonó al llegar a la mitad. Como tampoco creería a nadie que me venga a decir que ya está por el quinto fascículo de la minificción del mexicano.

Creo que la ironía con la que José de la Colina retrata a la dama ¿lectora?, puede servir para ilustrar mi reflexión. Yo pienso que al escribir microrrelatos estamos también seleccionando la clase de lector a la que queremos llegar, nos estamos dirigiendo a alguien que “habla nuestro propio idioma”. Y con eso no me refiero a que hable nuestra propia lengua, sino que está (o puede llegar a estarlo) en nuestra misma órbita mental. El lector que necesitamos es aquel que va a poder captar (o al que nosotros seremos capaces de hacerle captar) la ironía, el retruécano, el guiño cómplice y esa condición de la literatura brevísima que –como señala David Lagmanovich en su artículo- “disminuye(n) toda descripción hasta convertirla en insinuación.

Algo parecido ocurre cuando nos comunicamos con las personas. No elegimos las mismas palabras de nuestro idioma si estamos hablando con alguien que es de nuestro mismo ámbito mental, social, ideológico, generacional, o, si lo hacemos con alguien que pertenece a otro contorno lingüístico y emocional. No emplearemos las mismas metáforas, ni los mismos dobles sentidos, ni dejaremos las frases a medio completar, ni nos valdrá un gesto de la cara o de manos para terminar una frase si nos estamos comunicando con aquel amigo de la infancia de nuestro mismo pueblo, que si las conversación la estamos manteniendo con una persona que nos habla en nuestro idioma pero con un acento extranjero. Por lo menos, no será igual si lo que pretendemos es comunicarnos con esa persona. Observaremos entonces, que las frases deben ser más largas, las explicaciones más razonadas, la metáfora o el refrán no sirven (o, en el mejor de los casos, hay que completarlos), y en definitiva, todo se hace más extenso. Nada que ver con la rapidez, la exactitud de un giro de palabra, la visibilidad expresiva de un gesto.

Resumiendo, creo que leo y escribo microrrelatos por un asunto de familia, para disfrutar entre amigos y para comunicarme “desde” y “hacia” mis iguales

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