24 de Marzo en Argentina. Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia


Selección de textos extraídos de la antología Arden Andes

VIRGINIA VIDAL

Chile

LEONARDO HENRICHSEN FILMÓ SU TRÁNSITO A LA ETERNIDAD

Leonardo Henrichsen cayó en la esquina de Agustinas con Morandé, a pasos de la Moneda, el 29 de junio de 1973.

Filmaba para la TV Sueca los anticipos del golpe del 11 de septiembre: acometían oficiales alzados de un regimiento de tanques contra el gobierno de Salvador Allende.

El joven periodista y camarógrafo argentino registró en su cámara al soldado que le disparó.

En seis minutos y medio grabó su propia muerte y el anticipo de la agonía de millares de chilenos.

Transcurrieron más de treinta años hasta lograr ubicar al asesino: el cabo de ejército Héctor Hernán Bustamante Gómez. Murió de viejo, impune, en el Hospital Militar.

JORGE ARIEL MADRAZO

Argentina

CÓMO PUDO SER

Qué sudoroso el brío para enrumbar la galera de esclavos hacia la remota isla de Náhuatl; cuán refrescante la brisa que, en la playa infinita, cacheteó nuestra plegaria; qué injusto el látigo del capanga al recordarnos la servil condición; cómo los orangutanes de la jungla antojaban –en lo grotesco –parecerse a nuestro empeño. Qué libres resollaban al comparársenos. Ah, cómo reímos al clavarse de pronto mil flechas en el tórax de los amos. Cómo, cómo vinimos a morir aquí.

JOSÉ LEANDRO URBINA

Chile

30 SEGUNDOS

Afuera hay gente.

Mi mamá nos pide que bajemos la voz.

Los escuchamos.

Mi hermano apaga la tele.

Del pasillo viene un murmullo confuso.

Ahora unos pasos.

Comienzan a golpear la puerta.

LILIAN ELPHICK

Chile

BALADA DE LA PIEDRA

A Marta Ugarte Román, detenida por la DINA en 1976. Su cadáver fue arrojado al océano Pacífico.

Qué curioso es ver al viento en su transparencia de pelo revuelto. Y qué inquietante esta inmovilidad inquebrantable frente al mar convulso, y las agujas de agua fatigándome, los pequeños crustáceos cerca de mí, arriba de mí, silenciosos y activos. Qué decir de las gaviotas graznando asesinatos: me abraza la sangre que poco a poco se evapora. El pañuelo voló hace mucho.

Y por ser piedra, lloro.

LAURA NICASTRO

Argentina

MI PIERRE

Cuando Pierre vuelve a casa, después de cumplida la tarea, me agacho a sus pies y le quito las galochas embarradas. Le alcanzo agua para que se lave las manos pringosas. Y si la camisa tiene manchas (casi siempre), le doy una limpia.

Él se acerca a la cuna de nuestro hijo y, en silencio, lo contempla. Suspira: el querubín heredará no sólo su nombre, sino también su oficio.

Comemos un poco de pan, guiso, sopa. El día del Señor tomamos algo de vino. Mi Pierre nunca se emborracha.

Enseguida nos acostamos. Él esconde la cabeza en el hueco de mi cuello, como pájaro que quisiera dormir.

Lo arrullo con una canción, pero siento que sus lágrimas resbalan por mis pechos. Trato de consolarlo.

¡Es tan difícil ser la mujer del verdugo!

PEDRO GUILLERMO JARA

Chile

EL HOMBRE DE LOS PIES QUEMADOS

Por extrañas circunstancias al hombre se le habían quemado los pies. Era dos tizones como leños oscuros. Al caminar por las calles sus pasos se escuchaban así:

—¡Tic-toc!... ¡Tic-toc!

Los niños, curiosos, seguían al hombre de los pies quemados, no por compasión, ni burla, ni nada de eso. Lo seguían porque al caminar desde los pies se desprendían pequeños trozos de carbón que los niños se disputaban a gritos. Con estos trozos los niños dibujaban nubes, corderos, soles, lunas y lluvia, en las paredes de la población.

En algunas oportunidades los adultos también seguían al hombre de los pies quemados, recogían los trozos de carbón y escribían consignas en las paredes, llamando a la libertad, a la igualdad y a la fraternidad, ideas que se habían perdido en el tiempo.

MARIO GOLOBOFF

Argentina

GENERAL JORGE RAFAEL VIDELA

Amaba los perros de caza, los tapices con ciervos y la música de Wagner. Leía pocos diarios, pero se detenía a hacer palabras cruzadas. No toleraba el rumor de los árboles ni el trino de los pájaros. Dormía bien.

MARÍA CRISTINA RAMOS

Argentina

EMBOSCADOS

El balde estaba lleno de sombra. Nos mojábamos los dedos y nos pintábamos la cara. Entonces nos cubría la oscuridad y sólo seguía brillando la pregunta de los ojos. Cuando venían a buscarnos, bajábamos los párpados y no nos encontraban.

Un día el balde estuvo lleno de verde. Nos pintamos. Ahora vivimos en el bosque, y nadie entiende cuando el idioma de los pájaros deja pasar también una palabra. Alguna de las que todavía pronunciamos.

Más textos en http://ardenandes.wordpress.com/


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