Partidas de Cynthia Eisenberg

De como abandona un hombre bueno.

Con cuidado le armó el equipaje. Un abrigo para las noches frías. Un par de mapas. Algunos nombres.

Evaluó los músculos firmes, la vio asomarse al vacío con la frente en alto. Entendió que ya era tiempo.

Después apagó las luces de su nombre.








Último vuelo

Di vuelta la llave de la puerta como cualquier otra noche, una vuelta, otra vuelta. Me saqué los zapatos, la casa dormía. Arrojé el bolso como un envoltorio seco y me tire en la cama. Inmóvil, seca, muda. Ni siquiera llorando. Insomne.

La cáscara estaba ahí, pero nada más.

En Liniers, se había quedado el alma. En la casona de techos altos y paredes descascaradas, en la noche con techo de glicinas, en la lluvia que esta vez no conjuramos.
Anda solita ahora, mi alma. Me anda buscando.

Susurra mi nombre, apenas.




Estirpe

Cuando ya no hubo ni hambre ni dictadura empezaron a escaparse del amor. Eran eternamente prófugos.




Epílogo

Para que no lo encontrara, para volverse invisible, el se arrancaba la piel.

Ella juntó los pedazos y cansada de extrañarlo decidió volverse él.

Se cruzaron un día por las calles del centro. Por un momento, él creyó reconocerse entre la gente.

Intentó llamarse, se esforzó en recordar el nombre.

Pero entonces sonó el celular y apuró el paso por Corrientes.

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