Construyendo ilusionismo concentrado: Minificción y Micromagia. Eduardo Gotthelf
En épocas oscuras se creía que habían hecho un pacto con el diablo.
Lógicamente, eran torturados y muertos.
Pero en estos tiempos los magos ya no corren ese peligro.
Artes aparentemente tan distintas como la Minificción (MF) y la Micromagia (MM), tienen sin embargo grandes semejanzas. Ambas generan pequeñas (por su extensión) obras de ficción, de engaño consentido. En mi opinión, también comparten otras características, y utilizan algunas técnicas similares.
Hace cincuenta años que soy aficionado a la magia y escribo narrativa breve desde hace veinte. En el conjunto de los aficionados a la magia soy apenas uno más; e idéntica posición ocupo en el conjunto de quienes escriben MF. Pero el subconjunto, intersección de los dos anteriores, no está muy poblado. En ese espacio se genera, sin intención de teorizar, el análisis expuesto aquí. Simplemente aprovecho mi acercamiento a ambas disciplinas, para acercarlas.
Qué es la magia
Para evitar interpretaciones erróneas, cuando me refiero a la magia hago alusión a lo que se denomina prestidigitación, magia blanca o ilusionismo, que según la Real Academia Española, es “el arte de producir fenómenos que parecen contradecir los hechos naturales”.
Algunos fenómenos de ilusionismo que contradicen hechos naturales son, por ejemplo:
Producción: algo aparece de la nada. Desaparición: algo se desvanece. Teletransportación: algo va de un lugar a otro. Penetración: un sólido atraviesa otro sin dañarlo. Levitación: ausencia de gravedad. Restauración: algo roto o dañado reaparece sano, con lo que se retrocede en el tiempo. Transformación: algo muta, ya sea de forma, de color, de elemento.
Existen muchas clasificaciones de magia, algunas muy detalladas, según su especialidad. Pero mencionaré sólo los tres grandes tipos:
1-Magia teatral o escénica, que se realiza desde el escenario de un teatro, circo, o en grandes espacios, con un importante despliegue de recursos;
2-Magia de Salón, que se realiza en recintos más pequeños, muchas veces al mismo nivel del suelo que el público;
3-Micromagia, palabra que ya usó José Ketzelman (1964) para dar nombre a uno de sus libros. También se denomina Magia de Cerca, o modernamente “Close Up”, en la que el artista se encuentra muy cerca de las pocas personas –a veces una sola – que componen su audiencia. Por lo general utiliza para sus juegos elementos de uso cotidiano, como monedas, cartas, pañuelos, navajas, fósforos, papel, cubiletes, bandas elásticas, dedales, bolitas, cigarrillos, etc.
Decía Fu Manchú “Los ojos son más veloces que las manos, y a su vez el cerebro es más veloz que los ojos. Por eso hay que atacar el cerebro. La magia es entonces, sorpresa. Sobre todo, sorpresa.” (1988:400). Mi propia definición reza “Magia es el arte de la improvisación, estudiada hasta el último detalle”.
El público de nuestros días ha perdido cierta capacidad de asombro, en parte debido a los efectos especiales que nos propone el cine, y que en gran medida pueden ser usados en las llamadas “grandes ilusiones” de la magia escénica. Pero cuando, micromagia mediante, sucede un acto imposible bajo sus propias narices, o incluso entre sus propias manos, experimenta un asombro renovado.
Las semejanzas
Analizaré los paralelismos entre MM y MF, y en algunos casos, sus diferencias con la magia teatral y con otras formas genéricas ficcionales, respectivamente.
La característica más evidente es la brevedad. En lo que hace a la MF , entra en su definición. En el caso de MM, los juegos, que no pueden utilizar los complementos que existen en un espectáculo teatral, son también breves. Las sesiones de MM también lo son, ya que un espectador puede permanecer dos o más horas disfrutando de un espectáculo de magia en un teatro, pero no soportaría el esfuerzo de tener un mago, prácticamente encima de él, haciendo cosas que lo divierten y sorprenden, pero también lo marean y confunden.
Tanto en MM como en MF hay muy poco tiempo para seducir. Esto exige acciones sumamente eficaces y concentradas. La eficacia consiste en lograr los objetivos propuestos. Esta definición, válida para todos los aspectos de la actividad humana, también se aplica a la escritura de otros textos literarios y a un acto de magia. Pero en el caso de MM y de MF, es fundamental incluir el concepto de eficiencia, que representa la economía de medios. La magia teatral puede incorporar grandes aparatos, cuerpos de baile, efectos de luz y sonido, humo, bonitas asistentes, etc. En MM no existen estos vistosos complementos. Las herramientas del mago son, en ese caso, su habilidad para manipular pocos objetos y la mente del espectador.
En un cuento o en una novela se pueden llenar muchas páginas. Pero en MF está limitada la materia prima. Las herramientas del escritor son, en este caso, su habilidad para manipular pocas palabras y la mente del lector. Un ejemplo propio:
LÁGRIMAS DE MUJER
Mi mujer, a mi lado, llora. No puedo consolar sus lágrimas de viuda.
Defino otro rasgo característico de ambas disciplinas como densidad de contenido. En MF se debe decir mucho en pocas palabras, lo que conduce a una importante concentración. No hay tiempo, sólo se debe destilar lo esencial para ser eficaz. En MM se debe fascinar rápidamente, captar la atención de ese público muy cercano. Al no contar con más apoyo que la voz del mago (volveré sobre esto luego), también se producen los efectos de modo mucho más rápido, y por ende, concentrado. El mismo juego, sobre un escenario, en general toma más tiempo.
No diré que escribir una MF lleva más trabajo que escribir otro tipo de textos de ficción. Sin embargo, si se pudiera definir un indicador de “densidad de trabajo de generación”, calculado como el tiempo total de escritura (incluido el tiempo de corrección) dividido el tiempo de lectura, supongo que la MF estaría en el tope de las estadísticas. Del mismo modo, preparar un espectáculo de magia teatral lleva muchísimo más tiempo que preparar un solo juego de MM. Pero si se divide el tiempo de preparación invertido por el mago, por el tiempo de ejecución, posiblemente la MM demostrará valores más altos.
Como respaldo a esta afirmación, debo decir que la magia teatral se basa más en elementos trucados que en la habilidad manual; en cambio en MM se usan menos elementos trucados, y mucha más habilidad manual. Esto exige una práctica intensa y permanente.
Existe una subdivisión de la magia, que se llama “Manipulación”, que logra sus efectos empleando exclusivamente la habilidad manual. El autor Wenceslao Ciuró opina: “Los manipuladores son los poetas de la magia” (1960: Contratapa). Interesante comparación. Aclaro que en este punto, la palabra “manipular” tiene exclusivamente el significado de “operar con las manos”. Los objetos que se utilizan no pueden exceder demasiado el tamaño de una mano, y este tamaño no es adecuado para una sala teatral.
Por otra parte, tanto MM como MF están al servicio del efecto. Son tan breves que no pueden darse el lujo de pasar desapercibidos. “La MF es una estocada”, dice María Cristina Ramos (2007:2). El efecto es tanto inmediato (a través del desenlace), como residual. El sujeto queda regurgitando lo que leyó. Afirma Laura Pollastri, “el microrrelato es un mínimo manjar envenenado” (2007:5).
Así como hay quienes consideran a la MF un género menor, también hay quienes consideran la MM como un género menor, casi de entrecasa. Lo único que se puede hacer, es no coincidir.
No hay una manera de medir el efecto, pero se podría comparar ese tiempo de reverberación con el tiempo de exposición (ejecución del juego o lectura). Un juego de MM o la lectura de una MF pueden consumir un par de minutos. La imagen generada puede quedar dando vueltas por mucho tiempo.
Hay que señalar que el efecto no reemplaza, sino que refuerza la razón de ser de lo exhibido. En el caso de MM, entretener. En el caso de MF, decir (y también entretener). Un ejemplo propio:
MANCHA 4
—Acá están tus cigarrillos —señaló. Y delineó una circunferencia en un lugar de la mancha. —Esto es lo que vamos a extirpar.
Tanto en MM como en MF se entrega información limitada, sólo se ve la punta del iceberg. En MM hay una cantidad de movimientos secretos, elementos trucados, y artefactos escondidos, cuya existencia posibilita el efecto. MM y MF no entregan imágenes completas o detalladas. Justamente por eso creo que funcionan a semejanza de las manchas de un test de Rohrschach: el partícipe pone en juego una dosis muy alta de su propia subjetividad, y con ella misma se identifica. Se logran así imágenes de gran pregnancia.
Además, las manchas del test son fijas, en cambio las nuestras son dinámicas, se modifican continuamente. De este modo, nuestro sedal ofrece múltiples anzuelos.
Si bien espectador y lector siempre participan, en MM y en MF la exigencia de participación es mucho mayor. En el caso de MF, se debe a las características propias de este tipo de textos. En lugar de una estocada o de un manjar envenenado, yo tengo la mucho menos poética imagen de un cubito de caldo. Considero a la MF como un producto tan concentrado que el lector, para consumirlo, debe completar el volumen.
En un teatro o un salón, a lo sumo un par de personas pueden ser invitadas a subir al escenario, y sólo estarán allí por un tiempo limitado. Los demás quedan en sus butacas, sin abandonar el rol de espectador anónimo. En cambio en MM hay una relación más cercana, el mago trabaja al lado de él, con él, sobre él. Lo convierte al mismo tiempo en ayudante y sujeto, lo que determina una intensa participación.
Las características ya enunciadas exigen una gran precisión en la ejecución, en palabras y en movimientos. Nada debe faltar ni sobrar. Un mínimo error puede echar todo a perder. El juego, o el texto, deben funcionar como un mecanismo aceitado y perfecto. Esto exige un gran trabajo de preparación, de obsesivas correcciones y permanente práctica.
Otro ingrediente fundamental es el humor, enzima que nos ayuda a digerir la realidad. Sin esa dosis de digestivo, ella sería demasiado difícil de procesar. Como no hay tiempo para preparar al lector, un mensaje duro en MF, entregado sin humor, podría aparecer como demasiado agresivo. Un acto de MM, milagro que sucede bajo las narices del espectador, si se realiza sin humor, podría ser tomado por éste como un intento de demostrar algún tipo de superioridad del mago, y por ende, resultar también agresivo. Un ejemplo propio:
COHERENCIA
A principios de 1949, después de leer algunos escritos tempranos de Sartre, el filósofo Klaus Dübbeldorf fundó la Escuela Alemana de Solipsismo Esencial. En octubre del mismo año un primer alumno solicitó su admisión. Fiel a sus principios, Dübbeldorf lo rechazó.
Como se sabe, las pocas palabras de una MF se respaldan en las muchas que ha leído o escuchado el lector. La MM también se respalda en conocimientos previos del espectador: debe conocer las leyes físicas y las propiedades de los materiales (que hemos de burlar), el curso del tiempo (que hemos de volver atrás), y conocer los elementos con los que trabajamos, por ejemplo la forma de las cartas, la composición del mazo, los puntos de los dados, etc.
Algunas técnicas de MM aplicables a MF
Los conocimientos previos de un lector o espectador no solo ahorran palabras o explicaciones, sino que le permiten ubicarse y completar el cuadro. Ve la parte, e imagina el todo, haciendo uso de la Gestalt. Un todo, entre los muchos posibles. Pero en MM casi siempre, y en MF algunas veces, le vendemos la parte por el todo. Luego entregamos otro dato, y lo obligamos a reconstruir y resignificar ese todo. En ese momento aparece el conejo, o la intención del texto.
Ciertos espectadores observan atentamente al mago, para descubrir “cómo lo hizo”. Si no saben lo que va a suceder, esa observación se dificulta. En magia no se debe anticipar el final, esto es casi una ley, cuyo incumplimiento disminuye el impacto. Si el mago anuncia “voy a convertir este pañuelo en paloma”, aunque lo haga, logrará un efecto mucho menor.
Esta ley es totalmente aplicable a la MF. Al ser tan cortos los textos, anticipar el final implica que el lector sabe hacia donde vamos. En mi opinión, el desenlace, creíble y esperable, debe ser inesperado. En lo posible, sugiero que la clave, la herramienta para resignificar el texto, esté en la última palabra, o a lo sumo, en la penúltima. Un ejemplo propio:
EQUIVALENCIA
Desconsolado por la temprana muerte de su esposa, a los seis meses de casados, recorrió el mundo en busca de mujeres de similar aspecto, edad, educación y carácter. Eligió a la más parecida, la enamoró y se casó con ella.
Seis meses más tarde, la nueva esposa también se suicidó.
Tanto en MM como en MF es habitual jugar con la incertidumbre. Espectadores o lectores reciben el impacto. Pero como no se devela el secreto, ni se entregan más datos, la incertidumbre persiste. En un caso “¿cómo lo hizo?” y en el otro “¿qué, (o qué más) me está diciendo?”. Considero que es justamente esa ecuación sin resolver, la que instala y provoca el efecto residual. Nos encontramos con un acertijo, al que siempre le falta la leyenda “la solución en el próximo número”.
Las acciones de un mago deben realizarse con cierto ritmo. Sus movimientos deben ser fluidos y sobre todo resultar naturales, para que no se note en qué momento hace el truco. Esta ley puede leerse, casi sin modificaciones, desde la MF.
En MM la misdirection tiene mayor peso que en magia teatral: la cercanía del espectador así lo exige. Debe ser un continuum, a través de la palabra, los movimientos, los gestos, las miradas. En MF con frecuencia enviamos al lector por un camino equivocado (como sucede también en la novela policial). En realidad nunca lo enviamos, pero le damos señales lo suficientemente ambiguas como para que se pierda. Por ejemplo, usando la polisemia o el título, que, si bien según David Lagmanovich “orienta la lectura y elimina un cierto porcentaje de la ambigüedad inherente a la mayor parte de estas construcciones…” (2006:314), en algunos casos funciona también como herramienta de misdirection. Un ejemplo propio:
FIERRO
–Martín se puso a cantar– trajo la novedad.
–¡Por fin aflojó!– dijo, con satisfacción, el milico. Y ordenó: –Indio, sentalo en la silla y desconectá el fierro.
También el humor puede ser una herramienta de misdirection, que nos distrae mientras penetra la aguja, inoculando otro sentido, tal vez profundo y a veces trágico.
En magia es de uso muy frecuente lo que se llama “elección forzada”. Consiste en un conjunto de técnicas que logran que el espectador elija, en forma aparentemente libre, lo que el mago en realidad le impone.
En MM un número, una carta, un color, elegidos “voluntariamente”, y remarco las comillas, darán más realce al juego. El espectador se ve forzado a convertirse, sin saberlo, en cómplice. En magia teatral, en cambio, el público generalmente no participa de este modo.
En MF se podría encontrar la elección forzada en varios aspectos, como por ejemplo, el camino de interpretación (o de confusión) que le ofrecemos. Pero la más característica es la intensidad de la propia actividad del lector, su propia obligada participación. Elige leer un texto, e inmediatamente lo ponemos a trabajar. A veces duramente.
Considero el summum de la elección forzada cuando el espectador elige realmente, con toda libertad, y el juego igual funciona. El paralelo en MF diría: el lector elige cualquier interpretación, y el texto igual funciona. Es decir, aunque se realicen elecciones libres, el resultado final será el mismo (ruego encarecidamente no sacar esta frase de contexto).
Los ejecutores de MM acompañan, por lo general, cada juego con una historia que lo hace más atractivo. Dai Vernon sugería que todo juego debía tener una historia que le diera un "emotional appeal" (1992). Estas historias, que se pueden entender como minificciones, embellecen el juego. Además funcionan en gran medida como misdirection: distraen, atacando directamente al cerebro.
Así como he señalado semejanzas, no puedo dejar de mencionar dos diferencias importantes: 1- Una ley de la magia prohíbe repetir un juego en la misma sesión, salvo que sea realizado a través de un principio diferente. En cambio la MF no sólo permite, sino que muchas veces exige, una segunda lectura. 2- El mago está presente para apoyar su obra, y en MM puede modificarla según el feedback que reciba del espectador. El autor, en cambio, la deja sola. Como desconoce las reacciones del futuro lector, debe dejar, en cada texto, un terreno minado.
Conclusiones
En honor al rigor científico, debo decir que las afirmaciones de este trabajo probablemente no se apliquen a todos los textos de minificción. Sin embargo, encuentro elementos comunes que me resultan, no sólo evidentes, sino bastante reveladores (al menos de mi propia manera de escribir).
Según el diccionario de la RAE , la primera acepción de ilusión es “concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos”. Si el creador de ilusiones es escritor, hará sugerencias a la imaginación; si es mago, las creará a través del engaño de los sentidos. Parecería que ambas artes entran en la misma acepción.
Este análisis del paralelismo entre MM y MF podría iluminar, desde un ángulo distinto, algunos aspectos de este tipo de textos. Tal vez hasta pueda aportar claves para su construcción. Pero no lo sé. La incertidumbre sigue.
Bibliografía
Buffum, Richard. The Vernon Chronicles - Dai Vernon a Magical Life. Edición de Bruce Cervon y Keith Burns, 1992.
Ciuró, Wenceslao. Magia elemental, Edición de Wenceslao Ciuró, Madrid, 3ª ed, 1960.
Fu Manchú (David Bamberg). Illusion Show: A life in magic, Meyerbooks, 1988.
Ketzelman, José. Micromagia. Edición de José Ketzelman. 1964.
Lagmanovich David, El microrrelato. Teoría e historia. Menoscuarto Ediciones, Palencia, 2006.
Pollastri, Laura “Una escritura de lo intersticial: las formas breves en la narrativa hispanoamericana contemporánea”, en Inés Azar, ed., El puente de las palabras: Homenaje a David Lagmanovich. Washington: Organización de los Estados Americanos, 1994; pp.341-352.
Pollastri, Laura. El límite de la palabra. Antología del microrrelato argentino contemporáneo. Edición de Laura Pollastri, Palencia: Menoscuarto. Col. Reloj de Arena, 2007.
Ramos, María Cristina. Artículo Acerca de microficciones, Diario Río Negro, 11 de septiembre de 2007, Suplemento Cultural.
N. del A.: Debo pedir disculpas por la escasez de notas bibliográficas. No he encontrado trabajos que toquen específicamente este tema. Además, hace años todos mis libros de ilusionismo desaparecieron (tal vez por arte de magia). Muchas de las referencias corresponden a datos rescatados de mi memoria.
Las minificciones que ejemplifican este trabajo son propias. Los textos “Mancha 4” , y “Coherencia” pertenecen al libro Cuentos Pendientes, Editorial Ruedamares, Colección Minificciones, 2007.
Los textos “Los magos y los escritores”, “Lágrimas de mujer”, “Mentira histórica” y “Fierro” pertenecen al libro Principio de Incertidumbres, inédito a la fecha de presentación de este trabajo.
Ponencia presentada en el Vº Congreso Internacional de Minificción. Universidad del Comahue. Neuquén, Argentina, Noviembre de 2008.
2 comentarios:
¡ABRACADABRA!
En la oscuridad de la noche, cuando su mente se llenaba de fantasías, flotaba un misterio mágico.
- ¡Nada por aquí, nada por allá! - se oyó decir.
No de cabra sino de cordero fue la pata que encontró en la heladera y lo salvó del insomnio.
De un minimínimo lector a un maximáximo Maestro,
Atte., Jorge Otegui
Muy bueno el texto y bien argumentado el paralelismo entre temas. Evidentemente, la microficción trabaja mucho sobre lo que el lector conoce y trata de rematar el cuento por un lado inesperado. Y en eso, la micro magia, como la denominas, es, como bien notás, muy similar. Te comento que en Tandil hay un mago que cuando hace sus trucos con la cámara casi pegada a su única mano, siempre dice, después del mismo: más lento no se puede. René Laband. Eso también se aplica al microrelato, a veces. Otra cosa que se me ocurre... la televisión cambia un poco la perspectiva de espectador a mago. Habría que analizar eso, no?
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