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Las mariposas de Alix


Alix Rosales- Fazio (San Carlos del Zulia, 1968), narradora, Licenciada en Letras y Licenciada en Educación (Mérida, Universidad de Los Andes). Ha realizado seminarios de Postgrado. Maestría en la Universidad Fermín Toro en Educación Superior. Se ha desempeñado como profesora de la Universidad Experimental Sur del Lago UNESUR (1994-2001), en la Universidad Pedagogica Libertador UPEL(2001) (Venezuela). Actualmente, vive en Catania (Italia) donde es Profesora Madre Lingua Spagnolo, Lettrice e Traduttrice. Tiene algunos libros inéditos de relatos breves: El perchero, AldeAdentro e Home history (Historias cotidianas) y uno de minicuentos: Mariposas en vuelo.



Una Taza

Como siempre, entraste en la cafetería y ordenaste el café mañanero. Yo te vestí con mis pupilas desde mi mesa, pero tu no volviste la mirada. Bebías con inmenso placer cada sorbo hasta que apoyaste la taza, dejaste el dinero y te fuiste. Salté de mi silla y cogí la taza— luego de una disputa con el camarero que pensaba que iba a robar el dinero— y salí corriendo.
Tu no me dedicas ni siquiera una mirada. Ya no importa, conservo la taza robada, y cuando llego a casa por las noches, antes de ir a dormir, la sumerjo en el agua para tener todos tus besos flotando, ¡para mi no más!


El Caminante

Caminaba por una calle, subitamente sentí algo sobre el ala de mi sombrero. Me detuve para verme en los vidrios de un automóvil estacionado a la orilla de la acera ¡Increíble, un pájaro en mi sombrero! Observando la minúscula ave no soporté la tentación, y lentamente, subí una mano para atraparla, pero mi mano encontró el vacío. Decidí pensar que fue la imaginación, me di media vuelta y proseguí mi camino, volando.


Cacería

Todas las noches al aproximarse la hora de dormir preparaba lo necesario para su cometido: tomaba una caja de cartón resistente y la colocaba al lado de su cama, apagaba la luz y acostado se decía optimista:
—¡ Esta noche lo lograré..!
Y se quedaba dormido profundamente, sin escenas que lo despertaran sudoroso y espantado, en huída. Otras veces, en cambio, pasaba la noche en vela anhelando conciliar el sueño. Entre desvelos, letargos y pesadillas trancurrían sus noches sin lograr la misión que se había propuesto. Al final, hastiado, tiró aquella estúpida caja por el balcón; pues comprendió que los sueños y sus monstruos no pueden ser prisioneros.


El Método Eureka

Me habían dicho que: «es algo que no puede ser». Pero, yo me empeñé en encontrar un método para atrapar los recuerdos tristes.
Hace unos días los metí dentro de una botella y la cubrí con una media de seda negra para que se opacaran sus reflejos a través del cristal, igualmente mis sufrimientos serían algo invisible. Sin embargo, ellos son pérfidos, encontraron un modo para atormentarme. Me asedian con sus voces en silencio. Entonces, tomo mis precauciones, cada vez que ocurre esto, agarro una cuchara y golpeo insistentemente la botella, el sonido los mortifica y los ensordece hasta que se callan, luego, yo puedo vivir sin verlos y dormir tranquila sin escucharlos.
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García Avilés en dos minutos


Ingenio
Un barbudo de unos 35 años sostenía un cartel en el metro: “Mi único crimen es tener hambre. No me importa que la gente no se pare a mirarme. No me importa no poder ducharme. Ni pasar frío. Lo que de verdad me importa es estar solo”. Esa mañana le contraté como creativo en mi agencia. A los tres meses ganamos la campaña de Airbún y poco después una idea suya fue León de Oro en Cannes. La semana pasada tuve que despedirle: era demasiado bueno.


Discurso

Sus manos dibujaban en el aire las palabras, esculpían con una perfección abrumadora cada uno de sus argumentos. Derecha, izquierda, dedos abiertos, palmas hacia fuera, leve ondulación. De vez en cuando sujetaba el bolígrafo con la derecha para remarcar una idea. Llegó un momento en que me olvidé por completo de su voz porque ya estaba viendo lo que decía. Y me aterró aquella forma soberbiamente perversa que usaba para mentirnos.



El acantilado

El ferry le dejó junto con media docena de turistas en el extremo norte de la isla. Los mejores acantilados estaban al Este, a una hora de camino, según explicaba el folleto. Allí se sentó junto a unas gaviotas hambrientas y dejó que su mirada se extasiara, atrapando la espuma que estallaba contra las rocas. Necesitaba estar solo. Más abajo vio a una chica con un impermeable azul que se acercaba al borde del cortado. Estuvo observándola un par de minutos. Recordó que habían viajado en el mismo ferry. Entonces cayó en la cuenta de lo que pasaba.


Esos ojos

La abuela se levantó y fue a buscar unas cuantas patatas más. Comencé a pelar con menos prisa las que le quedaban. Escuché el crujido de unos pasos en la grava y pensé que era la abuela. De repente apareció él en el umbral. Me levanté. Nos quedamos mirándonos sin decirnos una sola palabra. Tan sólo clavábamos la vista en el otro. El veía a una adolescente desconocida que tenía el cabello y la nariz de mi madre. Y yo veía a un hombre desconocido y envejecido, con grandes bolsas bajo los ojos. Era una versión decrépita del joven con uniforme militar que la abuela guardaba en un estante del salón. Pero en medio de aquella cara encontré unos ojos castaños como los míos. Y supe que nos quedaba el resto de nuestras vidas para hablar.






El reloj de arena

Orestes llegó con su señora al hospital. Había insistido en conducir él, aunque, aún estaba convaleciente de la operación de cataratas. En la habitación 411 encontraron a Belén con Jorge y la criatura. Orestes le dio dos besos a su hija y estrechó la mano de su yerno, como tantas otras veces. Su mujer cogió al bebé en brazos —estaba despierta- y empezó su letanía de elogios. Casi inconscientemente, Orestes se palpó el estómago, la papada, y la piel seca de sus brazos. Volvió a apreciar con meticulosidad su deterioro. No apartaba la vista de la niña, aunque sin atreverse a mirarla con fijeza. El rumor de las conversaciones en la sala le pareció cada vez más distante, lejano. Poco a poco, Orestes fue escrutando a la niña con disimulada ansiedad. Los ojos legañosos, la boca babeante, las manitas, la pura inocencia conformaba la imagen simétrica é invertida de su tiempo. El tiempo que a partir de ahora ella consumía era el mismo que a él se le iba robando, escatimando, al dictado de una ley inapelable. Advirtió la crudeza de aquel reloj de arena. El diente que le saldrá es el que yo perderé; el centímetro que aumenta, el que empequeñezco; las luces que adquiere, las que en mí se extinguen; y cada año que cumpla, se me sustraerá a mí.

La niña rompió a llorar y Orestes sintió un escalofrío. Había empezado la definitiva cuenta atrás.
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Las microfábulas de Luisa Valenzuela



ABC de las microfábulas

Presentación

Miroslav Scheuba me contó que, inspirado en mi cuento “El Abecedario”, se había propuesto escribir una fábula con cada letra. Cuando me leyó la primera entendí que su proyecto era muy distinto del que yo había imaginado, razón por la cual con su anuencia me puse a trabajar la idea desde otro lugar, usando sólo la letra indicada. Me hizo muy feliz comprobar lo enriquecedor y estimulante que puede ser el juego intertextual, y se lo agradezco de corazón.
Luisa Valenzuela






Benito el burro buzna y re-buzna. Brama en la borrasca buscando besar a la bella burrita borrada por un brujo con brutas bendiciones brahmánicas.
Benito la busca bajando la barranca, la busca por el bosque brindándole bombones y bananas, la busca basándose en bramidos bravos y en bruscos berridos.
Bulversante.
Benito será burro mas no bruto ni belicoso, sus berrinches son bienintencionados. La bella burrita en el bajío lo barrunta y bebe brindando por su bienaventura.
En el Bar Baro el brujo bárbaro blasfema entre broncas, borracho de birra y brandy barato, la buzarda biliosa, bloqueado en su bufante brujería cuando Benito, bramando como bullterrier, como bólido le birla su burrita con un beso blando, brutal, babeante, bilateral, batiente, billonario.

Moraleja
El que no llora no ama.








Pterodáctilos, paquidermos y palmípedos, la plena patota, pasean sus pasmadas pintas por las páginas del pasquín pituco protestando porque pidieron permiso para poder poner las patas en la pileta de Parque Palermo pero prohibiéronselo Perros de pocas pulgas los putearon, a patadas los piantaron del parque.
Protegidos por Ptolomeo --pseudónimo del psicólogo-- pterodáctilos, paquidermos y palmípedos pierden la paciencia. Ponen pies en polvorosa y parten a los pedos para otra parte pública del planeta. Parecen perdidos, platican pelotudeces. Pronto piden perdón por no poder permanecer pasivos y persistentes pónense las pilas, pecando por promiscuidad. Porfiados perversos polimorfos, se aparean plenamente pariendo poco a poco personajes perfectos para sus propósito. Pájaros de pico prehistórico, plúmbeo plumaje pesadísimo y patas de pato: los pelícanos.

Moraleja
De las más estrambóticas uniones pueden nacer criaturas sorprendentes
o
No hay mal que por bien no venga.


*Las imágenes son de Ángel Bellido.
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Lauro Zavala en YouTube




Entrevista a Lauro Zavala en su primera visita a República Dominicana para impartir un curso sobre Narrativa Contemporánea.
También visitó al Taller Literario César Vallejo donde conversó por más de horas.
Ambas las pueden ver aquí:


http://www.youtube.com/watch?v=Ulz734P9nHQ&feature=related


En el Taller Literario César Vallejo de la Universidad Autónoma de Santo Domingo:

http://www.youtube.com/watch?v=y5f47avi3Q0&feature=related


En palabras de Valentín Amaro, esta fue “sin dudas, una altísima experiencia de formación que tuvimos los escritores dominicanos en este año 2009”.
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Ficticianos en Ficción Mínima






César David García Espriella
Las letras lo mantienen libre en un mundo donde se dedica a la capacitación, la enseñanza y los reportes cotidianos.
Nace en Aguascalientes. Cuando su madre apenas contaba unas semanas de embarazo, su abuelo David predijo que nacería un niño varón. Aquél 30 de Enero de 1981, unas horas antes de nacer el que aquí se presenta, muere el abuelo y éste adopta su nombre. Lo demás es coincidencia: El hablar en público, su carácter inquieto, su gusto desmedido por la literatura, su rostro: ¿No será acaso que aquél nunca quiso morir?

A ti
Envuelto en la locura, no distingo si soy feliz por tenerte a mi alcance, o por comprobar que este amor duele más que unos ojos que no miran de frente, más que unos puños apretados hasta enterrarme las uñas, más que morder mis labios hasta comerlos.Ritual de sangre que celebro, porque de no hacerlo, tu ojos mirarían el amor de mis ojos, tendría mis manos libres para abrazarte, mi boca limpia para besar tu boca, y... siendo así… ¿Dónde quedaría el dolor que me hace escribir?.

Cámara de Gesell
El guardia permanecía junto al reportero, quien trataba de salvar su reputación y su vida.-¡Yo no lo hice! ¡Yo sólo cubría la noticia!- Y buscando lado a lado en la cámara de Gesell, fijó su mirada al frente y gritó -¡Él! ¡Mire! ¡Él es el asesino!Al tiempo en que señalaba al detective que se encontraba detrás de los espejos. El guardia consciente de esto preguntó
-¿El detective?
-¿Detective? -Respondió el reportero- ¿Cual detective?

Cacería
La bestia brama acelerando el paso impulsada por sus largos brazos. Bajo la lluvia, el hombre no puede detenerse, y el chacoteo de sus pisadas cimbra el vecindario.
El callejón termina, el hombre no corre más y la bestia enloquece.
Entonces busca huir trepando el muro que bloquea al paso. Pero el hombre, cuya risa ahoga los bramidos, de un tiro hace que las sienes de la bestia se confundan entre el lodo.


Luz
La noche es oscura, y fría, pero llegaremos pronto, lo sé. La tripulación duerme, mientras doy los últimos chequeos a la carga
- Estamos cerca- dice mi padre, siempre en vela. Soy afortunado de tenerlo.
Sabe lo ansioso que estoy por llegar, por ver esa luz y al faro, que para nosotros y en especial para mí, más que una simple guía es la flama de la sabiduría, la inspiración que me lleva a entender las ciencias sagradas.
-¿Qué pasa papá? –
-Es extraño- responde
-Ya la veremos-
Pero la esperanza muere. Alejandría está en tinieblas, en ruinas, y yo deshecho hasta el alma.

Sentimiento
-Doctor me encuentro mal-
-¿Que siente? –
-Es extraño. Duele pero a la vez conforta, adormece pero a la vez reanima. Mi corazón late con demasiada prisa y luego, muy lento. Es como si estuviera enfermo del ánimo. Una enfermedad que a veces me alimenta, y luego parece matarme. Mis ojos ganan brillo y luego de a poco humedecen, mis piernas corren y luego de a poco se paralizan. Y así, de a poco, voy perdiendo el sentido, me ahogo-
- Déjeme revisarlo –
El médico examinó detenidamente al joven, y de inmediato lo llevó a la sala de operaciones.
-¡Creo que he encontrado el problema! – Dijo una vez en cirugía y sus colegas lo confirmaron.
La paloma revoloteando en el miocardio provocaba la dolencia.

Laguna mental...
Terrible error: el cinturón va en la cintura… no en el cuello.

La invención del tiempo
Entre el hastío y el sopor de una rutina intrascendente y de una incesante angustia por perder lo más valioso, sus ojos huyen hacia un mundo idílico, hacia la paz que añoran, que no consiguen. ¡Tiempo! ¡Tiempo es todo lo que quieren!, ¿Cuántos como ellos desfallecen por no encontrar la forma de recuperarlo?
Y... ¿Cómo decirles que mi cuerpo yace muerto junto a donde yace el que aún no nace?

1919
-Sí he de morir aquí y ahora, mi última voluntad es que se me informe quién ganó la revolución-
Así permaneció largo rato, de pie y con las manos a la espalda. Tras la tela que cuidaba de sus ojos trató de imaginar cada sonido pero no podía comprenderlos. Cuando reinó el silencio volvió a gritar pero nadie respondió. Era imposible. Había quedado solo.

6 de Enero
Siente las cosas malas que dijo el año pasado, y más siente haber dudado de ellos, pero tanto como arrepentirse, no. Esta vez le trajeron todo lo que pidió, todo.
Y no será hasta ese momento de forzada pausa en su emocionante juego, cuando ella se preguntará qué ha pasado en casa, donde quedó la vieja sala, la mesa coja del comedor y el pequeño televisor.
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macro/Micro

Una recopilación de ensayos del Prof. Dr. Ottmar Ette, organizador del Simposio Internacional Nanophilologie: Microrrelatos-Microficciones, Universidad de Potsdam, noviembre de 2007.







Ette, Ottmar. Del macrocosmos al microrrelato. Literatura y creación – nuevas perspectivas transareales. Traducción del alemán de Rosa María S. de Maihold. Guatemala: F&G Editores, 2009, 1a. edición. 290 págs.ISBN: 978-99939-951-7-3.


Más información: http://www.fygeditores.com/FGMM9789993995173.htm
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Primer Concurso de Microrrelato Nienpintura 2009

El Grupo Literario Ecuatoriano NiEnPintura convoca al primer Concurso de Microrrelato Nienpintura 2009 con las siguientes bases:

1. Podrá participar cualquier persona sin límite de edad con un texto que no haya sido publicado o premiado antes. (Los participantes que reciban premios deberán poder asistir a la premiación en Quito y venir a recibir el premio).
2. La temática es libre.
3. Se considerarán premiables microrrelatos de una a quince líneas de extensión.
4. Cada participante podrá enviar cuantos trabajos desee someter al concurso.
5. La convocatoria estará abierta desde el día 6 de septiembre de 2009 hasta el día 15 de octubre de 2009.
6. El trabajo deberá ser enviado a nienpntr@gmail.com firmado con seudónimo.
7. El jurado calificador estará integrado por las seis personas que conformamos el grupo literario. El fallo se dará a conocer hasta el día 31 de octubre de 2009.
8. Se declararán tres primeros lugares y se otorgarán menciones de honor de considerarlo necesario. Las personas que reciban premios y menciones serán contactadas por email a la dirección desde la que enviaron el trabajo para fijar la fecha de la premiación.
9. Los premios para los ganadores consisten de la publicación del trabajo en nuestro blog, un lote de libros y un café que les vamos a invitar por la premiación.
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Dos de Daniela Jaimes-Borges


Desde la platea

Para que el sombrero pudiese penetrar en mi testa, decidieron cortarme las dos orejas (…) Me sorprendió que tan lejos como era posible de un hospital, me fueran a arrancadas con un bisturí que convertía al rasgar la carne en seda.

“Invocación para desorejarse”, José Lezama Lima


Mis manos son perfectas. Una tiene tres dedos y la otra sólo dos. Cuando las tengo en mi pecho, descansando sobre mí, no dejan de aparecer sólo dos de ellos, en lugar de cinco. Cuando me doy cuenta de eso, trato de abrir ambas manos con cuidado, porque tienden a doler, y constato que no me falta nada, que siguen siendo tres dedos en una y dos en la otra. Sólo han estado escondiéndose de algo, rehuyéndole a los otros dedos, a los de la otra mano, la enemiga. Los dedos que quedan asomados son una suerte de capitanes-vigilantes. Los observo a cada rato, los cuento y los mimo, a veces los lamo porque sólo así sé que no han enflaquecido y yo los necesito fuertes.

Mi mano derecha es la que más se queja: tiene sólo pulgar e índice, y el trabajo que tienen que hacer a diario los ha condenado a una suerte de acompasamiento. La mano izquierda es más pretensiosa: se jacta de tener un dedo más y de que esos tres (índice, pulgar y meñique) se acoplen de manera tan perfecta al teclado de la computadora, que el medio y el anular sean ridículamente prescindibles. ¡Que mano tan vanidosa!

Hoy me pregunto, casi como una conclusión, qué sería de mis manos si les cortara un dedo más a cada una. A la izquierda la dejaría sin uno para que tenga sólo dos y deje de ser tan presumida, y a la derecha le cortaría el pulgar, para ver cómo se recompone ante las circunstancias.

Voy a la cocina por un cuchillo: a mi regreso me sentaré, como buena espectadora, a mirar cómo culmina esa tensión tan dramática.


Domingo 23

Aún no se habían llevado a mamá. Cerré la puerta de su habitación y corrí hacia la mía, apurada. Desempolvé mi ropa. La tendí en la cama para escoger la apropiada. Mi selección necesitaba un alfiler, pero ya el costurero de mi madre estaba vacío o lleno de algo que no quise mirar.

Salí a la tienda, hacía frío y olvidé abrigarme. La gente de siempre, a la que saludaba, me miraba. Me miraba, siempre. Le pregunté a un par de ellos por qué me veían así, pero ninguno respondió. Llegué a la tienda. Me obsequiaron el alfiler. Al ir de vuelta a mi casa dudé del lugar donde me encontraba. No lo reconocía. Temblé. No sé si por el frío.

Los mismos, esa gente, a los que había visto minutos antes, apenas mostraban sus ojos. Ahora estaban llenos de un polvo gris y negro. Sus bocas, sus manos, sus dientes, sus pasos... y jugaban… jugaban con un polvo gris, como si de nieve se tratara. Quise incorporarme al juego pero nadie me lo permitió.

Ya en casa, en el cuarto de mi madre, estaban por llevársela. Logré cambiarme de ropa, coloqué el alfiler y me miré en el espejo; fue entonces cuando reconocí el mismo polvo gris y negro, sobre mí. Eran cenizas. Antes del funeral, mi madre se había convertido en una lluvia muy triste.

Tomado de http://www.relectura.org/cms/content/view/738/80/
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Microficción & difusión

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101 Fábulas posmodernas. Gabriel Jiménez Emán

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Minificción de Rony Vásquez Guevara

La Elefanta
(Camila Sagastume)
A Fabrizio Guevara, que no comía y
siempre sonreía.
Luego de varias horas, mirándolo dijo: ¿Qué rico estás?
Aureliano asutado, sin pronunciar palabra, fue devorado.
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Fabián Vique y la vida misma




MILAGRO EN EL SUBTE B

Miguel Ángel se durmió mientras subía por la escalera mecánica de la estación Carlos Pellegrini de la línea B de trenes subterráneos. Al llegar a la salida se cayó. Decenas de zapatos lo aplastaron, se le hundieron en la panza, en el cuello, en un ojo, hasta que Miguel gritó de dolor y la horda se abrió como las hormigas cuando patean el hormiguero.
El ojo izquierdo de Miguel se desprendió de su órbita, y se fue rodando y dando saltitos por el suelo hasta un peldaño de la escalera descendente.
Miguel veía con su ojo derecho a la gente que lo rodeaba, le ofrecía pañuelos o corrían pidiendo médicos y ambulancias, y también veía, o volvía a ver, el andén, pues el ojo desprendido no había dejado de enviar información al cerebro.
El mendigo tuerto de la estación vio bajar el ojo por la escalera mecánica. Lo agarró, lo guardó en el bolsillo remendado del saco y subió al tren. En la estación Catedral combinó con la línea E, bajó en Pichincha y corrió hasta el Hospital Santa Lucía. Allí le implantaron el ojo en una complicada operación que duró cinco horas. A Miguel Ángel, que había visto las manos del mendigo y las tenazas de los cirujanos, lo llevaron a una clínica del centro, donde le pusieron un ojo de vidrio.
El mendigo aprendió rápidamente a vivir con los dos ojos; su recaudación disminuyó pero la visión de un mundo tridimensional eclipsó todas las dificultades. Miguel Ángel, en cambio, tardó en acostumbrarse a la percepción simultánea de dos realidades. Pero poco a poco aprendió a manejarse. Con el tiempo llegó a disfrutar de algunas situaciones, como la de verse a sí mismo mientras le daba monedas al mendigo de dos ojos.


LA ENCARGADA DEL MUSEO

El Museo Municipal de Morón no es muy concurrido. Algún estudiante de historia, curiosos de otros museos o alumnos de séptimo grado arreados por sus maestras se meten de vez en cuando para ver las porquerías que se exhiben en las vitrinas. El único hombre que entra por su propia voluntad es el autor de esta página.
Todos los sábados a las tres de la tarde atravieso el umbral, camino por la senda de ladrillos rodeada de macetitas, observo con fingido interés los objetos históricos, le pago a la encargada el Bono Contribución, y le repito las palabras que han pronunciado los amantes a lo largo de los siglos.
Ella permanece diáfana, incuestionable. Pero cuando me voy, sus ojos tristes lastiman mi espalda.


DIOS Y SOID

Dios está al principio de los tiempos. Es el que crea todo y patea la madeja para adelante, la gran madeja de la totalidad de las cosas que existen.
Soid está al final de los tiempos (no es tan difícil imaginar el final de los tiempos, o, al menos, es tan complicado como representarse el principio). Desde allí descrea todo, es el que enmadeja la realidad, el que reconstruye la nada. Dios y Soid actúan simultánea e implacablemente. Dios no deja cosa sin crear, Soid no deja nada sin descrear. Lo que Dios hace, Soid lo deshace, y viceversa.
Pero así como existe un principio y un fin de los tiempos, hay también un medio o centro de los tiempos. En ese punto se encuentran Dios y Soid, el creador y el descreador. Todo ha sido ya creado y descreado. Dios y Soid están solos, en la más hueca y absurda soledad. Soid, esclavo de su destino, descrea a Dios y a Soid; Dios, incansable, los crea.


LIBERTAD ES UN SUSTANTIVO ABSTRACTO

"¿Qué es la libertad?", preguntó el Coronel. "No sé", dijo el soldado. "Mátenlo", dijo el Coronel.
"¿Qué es la libertad?", preguntó el Coronel. "Una porción de pizza", dijo el soldado. "Mátenlo", dijo el coronel.
"¿Qué es la libertad?", preguntó el Coronel. "Que un te toque librar un domingo", dijo el soldado. "Mátenlo", dijo el Coronel.
"¿Qué es la libertad?", preguntó el Coronel. Nadie contestó.
"¿Qué pasa que nadie contesta?, preguntó el Coronel. "Ya no hay soldados", dijo una voz. "Entonces mátenme", dijo el Coronel.
Y lo mataron.


EL ESCUPIDOR DE RAFAEL CASTILLO

Todas las noches, a la una en punto, el escupidor de Rafael Castillo sale a escupir a la gente. El recorrido abarca las dos veredas de Carlos Casares, desde Don Bosco hasta las vías.
Quienes lo conocemos evitamos la zona en la media hora que dura la vuelta. Por eso, algunas noches el escupidor debe regresar a su casa con la saliva intacta. Pero son las menos, casi siempre encuentra inocentes que deambulan a merced de su boca certera.
Alberto apunta a los ojos y lanza un líquido casi blanco, no muy espeso pero de interesante volumen. Los escupidos se asombran del buen semblante, de la discreción y hasta de la elegancia del escupidor. Nunca reaccionan. Se limpian la cara y siguen su camino. Se dice que en las mejores noches Alberto ha proporcionado más de una docena de escupitajos.
Durante el día, sin embargo, el escupidor es un hombre común y corriente. Suele decir que no le gusta el barrio y que tiene ganas de mudarse con su familia a un lugar tranquilo.
***
Fabián Vique. La vida misma y otras minificciones, Instituto Cervantes, Belgrado, 2007 Más Fabián Vique en http://www.delasavesquevuelan.blogspot.com/
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