Ficticianos en Ficción Mínima:





José Luis Vasconcelos
Es conocido en Tohyrev por su afición desmedida a platicar cosas que no son ciertas. Durante los primeros meses de su estancia, en ese lugar, fue obligado a soportar un acucioso interrogatorio, en el cual fue orillado a renunciar a viejas verdades.
Los tohyrevianos no soportan las verdades a medias, así que tuvo que decir mentiras verdaderas para no perder su pasaporte. Afirmó, tajantemente, frente a las autoridades migratorias que desde temprana edad había sentido una afición enfermiza por la lectura del Tarot y el dibujo orgásmico.
También acotó que gustaba de sentarse frente a un viejo muro, en la primera casa sola que rentaron sus padres para que el pequeño pudiese andar desnudo sin que nadie le molestara. Frente al muro sus ojos arañaban historias y prefería concentrarse en la parte inferior del mismo. Ahí veía ciudades y descubría rostros.
Con el paso del tiempo, dijo, fue aficionándose a buscar imágenes en los techos o en las vigas maltrechas de cualquier casa vieja. Así que cuando fue poseedor de su propia recámara le daba por encerrarse para ver el tirol del techo y las diversas formas que las sombras creaban por pura diversión.
A veces, cuando el sol estaba a punto de cederle el paso a la noche, sentía una ansía desmedida por echarse a correr, por salir huyendo y conocer lugares que fueran diferentes a su entorno nativo.
Actualmente vive en calma en:
http://rojanota.blogspot.com/

Condenaciones
Dicen que para Belcebú -después de escuchar de la hermana de Astaroth que jamás pasaría de ser un pobre diablo-, la vida se le ha vuelto un infierno.

Sollozos
La anciana que solloza sobre las escaleras del templo es un fantasma. A veces pronuncia palabras en una lengua muerta y vuelve a gimotear.Es tuerta. Desde la cuenca vacía una vocecilla hace temblar a las nubes: es la niña de sus ojos que grita desde la oscuridad.

El apagón
Después del apagón la calle se puso como boca de lobo. Llegué a la esquina, fui hacia donde suponía que estaba el poste. No sentí la rugosa madera, en su lugar palpé una piel suave. Olía a mandarinas. Me aproximé y besé donde creí que estaba una hermosa cabeza. Esa lengua fibrosa penetró en mi boca y una mano grande apretó mis testículos.
De pronto el servicio eléctrico se reanudó. La calle se iluminó y frente a mis ojos estaba mi anciana vecina totalmente desnuda.Recordé, mientras corría, que la habíamos enterrado hacía unos meses.Entonces, ¿quién lanzaba esos alaridos dentro de su ataúd?

Mamá nos dejó
Mamá huyó de casa una tarde aceituna. La mostaza flotaba sobre la ciudad y nuestros esfuerzos para recuperarla blanquearon la pimienta.
Gritamos desde la cuchara, pero ella jamás volteó para mirarnos. Dejó gran vacío en el cucharón de mi padre.
Hoy, dentro de este salero, nos arden perejiles y nuestras uñas sazonan su recuerdo con trozos de cebollas

Maquinaciones
Y en el Principio fue el Verbo. Ésa fue la gota, para el sustantivo y el adjetivo, que derramó el vaso . Justo ahí planearon su crimen, un incalificable verbicidio, mismo que harían pasar como un simple accidente gramatical.

Un 30 de Abril
Fue un día del niño, lo recuerdo muy bien, hacía tiempo que los establos estaban vacíos y las vacas yacían confinadas en hospitales psiquiátricos.Fue entonces, y sólo entonces, cuando odontólogos y nutriólogos obsequiaron al mundo un milagro alimenticio: los dientes de leche.

Árboles
El nogal amó a la caoba desde lo más hondo de su savia. Los celos hervían en su corteza porque, según él, ella prefería a los arbustos. Cuando sintió sobre su tronco-pecho los primeros hachazos entendió la abrupta partida de ella y comprendió, por fin, la tristeza perpetua del sauce llorón.

Luz
Y Dios dijo: ¡Hágase la Luz!, y la Luz se hizo. Al verla tan hermosa, blanca, curvilínea, graciosa y suculenta, decidió quedarse con ella; luego crearía otra para que Adán no estuviera tan solo.

Envidias bibliográficas
El diccionario estaba ahí, gordo y reluciente sobre aquel escritorio de madera fina.Algunos libros lo miraban con odio desde los estantes. Apretujados como sardinas; llenos de polvo, mugre y excremento de mosca.—Ojalá y se desmoronara, dijo el "Libro de Arena".—Merece la muerte, espetó "El cadáver exquisito".—Sólo es un utilitario más, murmuró "El Capital".—¡Al horno!, gritó "Mein Kampf".
Las palabras chocaban contra su grueso lomo. Ilustrado como pocos, nada perturbaba al Pequeño Larousse.

1 comentarios:

Anónimo | 11 de febrero de 2009, 22:41

De Miriam Chepsy: Hola Mandra, me alegra volver a leerte y que sigas tan Mandra como antes, a juzgar por tu Mamá nos dejó. Pasaré a visitarte por rojamota.
Un abrazo
Miriam

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