Veredicto y Texto ganador de Nerdades Ficticianas IV - Mayo-2010
En el mes de Mayo el Artículo "Parte o todo: la minificción como fragmento" de Violeta Rojo fue tema de análisis en las Nerdades ficticianas.
Violeta recibió los aportes y ha dado su veredicto.
Me encantaron las Nerdades. Algunas me hicieron pensar que no se habían leído mi texto, pero no importa porque a partir de la propuesta extraían conclusiones interesantes. Casi todos planteaban aspectos que no había tomado en cuenta y que me dejaron pensando.
Creo que tengo que elegir un ganador. Como siempre me es muy difícil porque varios textos me gustaron. El que más es de Eneas y se llama "Todos somos Gulliver" (título magnífico, además). Pero también disfruté mucho con las nerdades de José Nuévalos, Richard Densmore y Welly (en orden de aparición, todos estarían empatados en el segundo). El resto también me pareció interesante, pero tuve que escoger.
Un abrazo a todos, mil gracias por escogerme y siempre a la orden de Ficticia.
He aqui el texto ganador:
Nerdad IV: Todos somos Gulliver
eneas
Ahí está la obra de arte, producto no de generación espontánea sino de un ente creativo. Las circunstancias que la originaron son propias de cada artista y nada tienen que ver con un público que accede o no a ella. Sin embargo, vasto o precario, el sustento cultural e intelectual del receptor habrá de jugar un papel preponderante en su comprensión o interpretación, asimilación o rechazo.
Para quienes carecemos de formación musical resulta irrelevante si Beethoven fue el último clásico o el primer romántico, o si la primera sinfonía de Brahms es la décima del Gran Sordo de Bonn. Si, por el contrario, somos de aquellos que a los primeros acordes caen rendidos por el sueño… ¿nuestros bostezos demeritan su genio creativo? Tal vez sí en nuestra realidad, pero no en la del artista y su obra otros (y mucho menos en la de sus otros seguidores).
Insomnio de Ludwing van Beethoven
Despierto soy un genio, dormido sólo un sordo.*
El tedio que quizás nos provoque escuchar a un par de eruditos en Vincent van Gogh discernir sobre por qué sus obras han sido tasadas en millones de dólares, nada tiene que ver con el rostro adusto de ese hombre pelirrojo y desorejado capaz de exaltar nuestras emociones, convocar en sus espectadores sensaciones que, aunque técnicamente inexplicables, nos conmueven. Nada sabemos de óleos, técnicas mixtas, trazos, perspectivas, combinación de colores o proyección de luz… y menos nos preocupa si la obra es resultado de los brochazos disparatados de un tipo con problemas visuales o psiquiátricos o de un genio.
Insomnio de Vincent van Gogh
―Gauguin, puta, mal amigo: aún me sobra completa la otra oreja.*
Desde luego, seguro habrá quien prefiera a Rafael, Botticelli, El Greco… “porque se ven más bonitos”, y estará en todo su derecho de satisfacerse en ellos.
Podría tratar de recurrir a mi formación médica para hallar una explicación a mi insomnio y medicarme, y si no resulta ya habrá al rato oportunidad de sacar cita con el psicólogo o el psiquiatra (Insomnio de Sigmund Freud: Sólo duermo intranquilo en el lecho de mi madre.*). Sin embargo, como cualquier mortal hijo de vecino –culto o inculto, salvaje o domesticado- todos en algún momento hemos sabido lo que es batallar con el sueño, dar vueltas en la cama y no tener maldita de lo qué pasa. Aquellos que nos gusta escribimos, nos levantamos, tomamos papel y lápiz e intentamos escribir nerdades:
Insomnio del escritor
Si me duermo, nunca escribo… y entonces ya no existo.*
(o como dijera mi querida amiga Ángelica Moreno, médico anestesiólogo, mujer de muchas lecturas: “El insomnio se disfruta con luna llena, vodka y un buen libro”*).
Por eso, a la luz del insomnio, y jugueteando con el insomnio de aquellos personajes que también debieron padecerlo alguna vez, termino por decir que “No hay nada nuevo bajo el cielo”, que “La materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”, según Antoine Lavoisier; que la obra artística –la minificción no tiene por qué ser la excepción- forma parte de un todo o obra mayor, como los humanos lo somos del gran reino animal. Pero ojo, así será porque las condiciones culturales, sociales, intelectuales, económicas (y lo que le quieran agregar) se lo permiten; entre más sepa, mayor será el universo en el que se explaye su imaginación. Cuando por falta de conocimientos o preparación, o simplemente por falta de interés, la obra será apenas un satélite –un todo en pequeño-, un elemento que sirva para conformar su microcosmos. Bien dicen que “Nada teme el que nada sabe”. Todos somos Gulliver, dependiendo de las circunstancias.
Pero no olvidemos que, a toda esta diatriba, el autor sólo se ríe… y sigue creando.
Insomnio de Milan Kundera
La vida –que está en otra parte- sólo es una broma en la insoportable levedad del ser.*
(*) Tomado de: Insomnio, de A veces hay otros caminos.
eneas.
eneas
Ahí está la obra de arte, producto no de generación espontánea sino de un ente creativo. Las circunstancias que la originaron son propias de cada artista y nada tienen que ver con un público que accede o no a ella. Sin embargo, vasto o precario, el sustento cultural e intelectual del receptor habrá de jugar un papel preponderante en su comprensión o interpretación, asimilación o rechazo.
Para quienes carecemos de formación musical resulta irrelevante si Beethoven fue el último clásico o el primer romántico, o si la primera sinfonía de Brahms es la décima del Gran Sordo de Bonn. Si, por el contrario, somos de aquellos que a los primeros acordes caen rendidos por el sueño… ¿nuestros bostezos demeritan su genio creativo? Tal vez sí en nuestra realidad, pero no en la del artista y su obra otros (y mucho menos en la de sus otros seguidores).
Insomnio de Ludwing van Beethoven
Despierto soy un genio, dormido sólo un sordo.*
El tedio que quizás nos provoque escuchar a un par de eruditos en Vincent van Gogh discernir sobre por qué sus obras han sido tasadas en millones de dólares, nada tiene que ver con el rostro adusto de ese hombre pelirrojo y desorejado capaz de exaltar nuestras emociones, convocar en sus espectadores sensaciones que, aunque técnicamente inexplicables, nos conmueven. Nada sabemos de óleos, técnicas mixtas, trazos, perspectivas, combinación de colores o proyección de luz… y menos nos preocupa si la obra es resultado de los brochazos disparatados de un tipo con problemas visuales o psiquiátricos o de un genio.
Insomnio de Vincent van Gogh
―Gauguin, puta, mal amigo: aún me sobra completa la otra oreja.*
Desde luego, seguro habrá quien prefiera a Rafael, Botticelli, El Greco… “porque se ven más bonitos”, y estará en todo su derecho de satisfacerse en ellos.
Podría tratar de recurrir a mi formación médica para hallar una explicación a mi insomnio y medicarme, y si no resulta ya habrá al rato oportunidad de sacar cita con el psicólogo o el psiquiatra (Insomnio de Sigmund Freud: Sólo duermo intranquilo en el lecho de mi madre.*). Sin embargo, como cualquier mortal hijo de vecino –culto o inculto, salvaje o domesticado- todos en algún momento hemos sabido lo que es batallar con el sueño, dar vueltas en la cama y no tener maldita de lo qué pasa. Aquellos que nos gusta escribimos, nos levantamos, tomamos papel y lápiz e intentamos escribir nerdades:
Insomnio del escritor
Si me duermo, nunca escribo… y entonces ya no existo.*
(o como dijera mi querida amiga Ángelica Moreno, médico anestesiólogo, mujer de muchas lecturas: “El insomnio se disfruta con luna llena, vodka y un buen libro”*).
Por eso, a la luz del insomnio, y jugueteando con el insomnio de aquellos personajes que también debieron padecerlo alguna vez, termino por decir que “No hay nada nuevo bajo el cielo”, que “La materia no se crea ni se destruye, sólo se transforma”, según Antoine Lavoisier; que la obra artística –la minificción no tiene por qué ser la excepción- forma parte de un todo o obra mayor, como los humanos lo somos del gran reino animal. Pero ojo, así será porque las condiciones culturales, sociales, intelectuales, económicas (y lo que le quieran agregar) se lo permiten; entre más sepa, mayor será el universo en el que se explaye su imaginación. Cuando por falta de conocimientos o preparación, o simplemente por falta de interés, la obra será apenas un satélite –un todo en pequeño-, un elemento que sirva para conformar su microcosmos. Bien dicen que “Nada teme el que nada sabe”. Todos somos Gulliver, dependiendo de las circunstancias.
Pero no olvidemos que, a toda esta diatriba, el autor sólo se ríe… y sigue creando.
Insomnio de Milan Kundera
La vida –que está en otra parte- sólo es una broma en la insoportable levedad del ser.*
(*) Tomado de: Insomnio, de A veces hay otros caminos.
eneas.
1 comentarios:
Eneas Manolo, muchas felicidades. Muchos textos de estos.
Un abrazo.
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