Verano. Marina Gasparini Lagrange


A los pocos minutos de llegar al Lido, caminaba por el Gran Viale escuchando el chillido penetrante de las cigarras. Han debido ser cantidad de ellas; sin viento, sin aire y con gran humedad, el agobio de ese canto se sumaba a un cielo que ya había comenzado su recorrido hacia la noche.
Cuando llegué a la playa no tardé en cubrir mis pies con el mar. Pasaron minutos antes de que comenzara a caminar. Caminaba entregándole las huellas de mis pasos al agua. Durante la noche, las corrientes se sumarían a las mareas de la laguna para dejar ante ti mis pisadas. En la espuma extenuada, el ritmo lento de mi caminar.
¿Recuerdas cuando Pavese escribió: "La poesía comienza cuando un tonto dice del mar: Parece aceite?” Así era el mar hoy. Estaba como yo: inmóvil, sin fuerzas ni respiro, pero bañando la orilla con los rumores de su profundidad. A medida que el cielo se cubrió de sombras, los colores perdieron nitidez. En pocos minutos el agua y el cielo compartieron los tonos de una misma oscuridad. El horizonte desapareció con el último resplandor; entonces llegó la noche. Una noche sin reflejos.
De regreso en el Gran Viale, las cigarras y su canto agónico de muerte.
FOTOGRAFÍA: Marina Gasparini Lagrange

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