Fractálicos
JHOERSON YAGMOUR
Mientras los dos
puntos luminosos se acercaban en la oscuridad, pensó que el asfalto nunca le
habría parecido la más suave de las camas.
Todas las noches el doctor aplicaba sutura en su mujer para sentir al día siguiente, que la hacía suya por primera vez.
Antes de llorar una lluvia de clavos recordó que el paraíso perdido era sólo una idea de la nostalgia.
Sentía nostalgia del mundo post-apocalíptico en el que nació y creció. Ahora debe trabajar en una oficina.
En este mundo sólo era un demente que enviaba mensajes de radio al espacio. En el otro mundo era el Dios omnisapiente.
Jamás se le ocurrió la solución más lógica: volarse los sesos. Se dio cuenta de ello después de morir, teorizando sobre la muerte.
Invirtió años en crear un exclusivo grupo de amigos íntimos. Estudia sus fobias y costumbres planeando asesinatos perfectos.
Cuando logró tatuarse todo el cuerpo de ángeles, probó subir a la azotea buscando la elevación a otro mundo. Hasta ese día lo vimos.
Para sustentar el fundamento de sus ideas abrió su cráneo y puso un poco de su cerebro sobre la mesa del jurado académico.
Cuando conseguía un buen trabajo, un cómodo lugar para vivir y una bella mujer con quien casarse, huía de esa ciudad para no volver.
Todas las noches el doctor aplicaba sutura en su mujer para sentir al día siguiente, que la hacía suya por primera vez.
Antes de llorar una lluvia de clavos recordó que el paraíso perdido era sólo una idea de la nostalgia.
Sentía nostalgia del mundo post-apocalíptico en el que nació y creció. Ahora debe trabajar en una oficina.
En este mundo sólo era un demente que enviaba mensajes de radio al espacio. En el otro mundo era el Dios omnisapiente.
Jamás se le ocurrió la solución más lógica: volarse los sesos. Se dio cuenta de ello después de morir, teorizando sobre la muerte.
Invirtió años en crear un exclusivo grupo de amigos íntimos. Estudia sus fobias y costumbres planeando asesinatos perfectos.
Cuando logró tatuarse todo el cuerpo de ángeles, probó subir a la azotea buscando la elevación a otro mundo. Hasta ese día lo vimos.
Para sustentar el fundamento de sus ideas abrió su cráneo y puso un poco de su cerebro sobre la mesa del jurado académico.
Cuando conseguía un buen trabajo, un cómodo lugar para vivir y una bella mujer con quien casarse, huía de esa ciudad para no volver.
FRANCISCO FLORES
Su
mundo onírico se volvió un problema extrínseco. La gente corría enloquecida,
implorando ser despertados de pesadillas creadas por él.
Borracho
y triste dio un salto hacia el vacío. Al día siguiente lo encontraron
desmayado, con la cara estrellada en una gavera de cervezas.
Ebrio
de soledad, bebía de los instantes más crudos de su existencia. Luego, vomitaba
su ego en un desierto olvidado por los dioses.
En
contra de las leyes de la física, logró volar. A favor de las leyes de la
psicología, volaba a baja altura debido a su acrofobia.
Era
un gran creyente bíblico. Pregonaba que el fin de los tiempos estaba cerca.
Tenía razón. Fue asesinado poco después en un asalto.
Tal
era su vanidad, que aprovechaba los momentos de soledad para sacarse sus sesos
y besarlos.
Todos
huían ante la inminente explosión nuclear. Un niño esperaba el espectáculo. Era
su única oportunidad de ver una supernova.
Aún
viejo, practica su deporte preferido todos los domingos. Es su mejor momento de
jugar heroicamente con el peso de la vida.
Creó
su mejor poema en total estado de embriaguez. Tristemente no lo anotó. Despertó
con el alma desfigurada por palabras inexplicables.
No
le pidió al extraño asesino que perdonara su vida. Le rogó que lo ayudara a
aceptar su muerte.
CRISTÓBAL
CAMEJO
Soy
un insecto que soñó que era humano. Ahora el insecto despierta y sigue siendo
humano.
Sus
patas se posaron en mi pupila. Jamás parpadeé. La mosca concentrada en su
placer y yo en el dominio de la mente sobre el cuerpo.
Al
fin equilibró su divina esquizofrenia. Soñaba con demonios y despertaba rodeado
de ángeles.
El
hacha cercenó las miles de cabezas que había anoche en la marcha. Al día
siguiente, me di cuenta que nadie me puso resistencia.
Bajar
su cierre era abrir la puerta al infierno aunque ella insistía que era un
ángel.
Era
adicto a la manipulación del signo, todos le llamaban filósofo. Sin embargo, en
su soledad, lloraba por semejante crimen.
Se
desconocía en la fantasía frente al espejo. Desnuda era una anarquista de sí
mismo.
Los
vellos de la nariz se los arrancaba inconscientemente. Los más largos. Cuando
se extasiaba en pleno desgarre comenzaban sus poemas.
Quería
salvar al mundo de la destrucción pero fue alcanzado por la gran peste
purulenta de la sapiencia humana.
Se
ahorcaba hasta llegar a la presión sanguínea más fuerte de su rostro. Era su
terapia diaria para convencerse de que estaba vivo aún.
Twitter:
@Fractalicos
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