Fractálicos


JHOERSON YAGMOUR

Mientras los dos puntos luminosos se acercaban en la oscuridad, pensó que el asfalto nunca le habría parecido la más suave de las camas.

Todas las noches el doctor aplicaba sutura en su mujer para sentir al día siguiente, que la hacía suya por primera vez.

Antes de llorar una lluvia de clavos recordó que el paraíso perdido era sólo una idea de la nostalgia.

Sentía nostalgia del mundo post-apocalíptico en el que nació y creció. Ahora debe trabajar en una oficina.

En este mundo sólo era un demente que enviaba mensajes de radio al espacio. En el otro mundo era el Dios omnisapiente.

Jamás se le ocurrió la solución más lógica: volarse los sesos. Se dio cuenta de ello después de morir, teorizando sobre la muerte.

Invirtió años en crear un exclusivo grupo de amigos íntimos. Estudia sus fobias y costumbres planeando asesinatos perfectos.

Cuando logró tatuarse todo el cuerpo de ángeles, probó subir a la azotea buscando la elevación a otro mundo. Hasta ese día lo vimos.

Para sustentar el fundamento de sus ideas abrió su cráneo y puso un poco de su cerebro sobre la mesa del jurado académico.

Cuando conseguía un buen trabajo, un cómodo lugar para vivir y una bella mujer con quien casarse, huía de esa ciudad para no volver.


FRANCISCO FLORES

Su mundo onírico se volvió un problema extrínseco. La gente corría enloquecida, implorando ser despertados de pesadillas creadas por él.

Borracho y triste dio un salto hacia el vacío. Al día siguiente lo encontraron desmayado, con la cara estrellada en una gavera de cervezas.  
                        
Ebrio de soledad, bebía de los instantes más crudos de su existencia. Luego, vomitaba su ego en un desierto olvidado por los dioses.  
                            
En contra de las leyes de la física, logró volar. A favor de las leyes de la psicología, volaba a baja altura debido a su acrofobia.

Era un gran creyente bíblico. Pregonaba que el fin de los tiempos estaba cerca. Tenía razón. Fue asesinado poco después en un asalto.

Tal era su vanidad, que aprovechaba los momentos de soledad para sacarse sus sesos y besarlos.    
    
Todos huían ante la inminente explosión nuclear. Un niño esperaba el espectáculo. Era su única oportunidad de ver una supernova.                    

Aún viejo, practica su deporte preferido todos los domingos. Es su mejor momento de jugar heroicamente con el peso de la vida.     
                              
Creó su mejor poema en total estado de embriaguez. Tristemente no lo anotó. Despertó con el alma desfigurada por palabras inexplicables.                      

No le pidió al extraño asesino que perdonara su vida. Le rogó que lo ayudara a aceptar su muerte. 

CRISTÓBAL CAMEJO

Soy un insecto que soñó que era humano. Ahora el insecto despierta y sigue siendo humano.

Sus patas se posaron en mi pupila. Jamás parpadeé. La mosca concentrada en su placer y yo en el dominio de la mente sobre el cuerpo.

Al fin equilibró su divina esquizofrenia. Soñaba con demonios y despertaba rodeado de ángeles.

El hacha cercenó las miles de cabezas que había anoche en la marcha. Al día siguiente, me di cuenta que nadie me puso resistencia.

Bajar su cierre era abrir la puerta al infierno aunque ella insistía que era un ángel.

Era adicto a la manipulación del signo, todos le llamaban filósofo. Sin embargo, en su soledad, lloraba por semejante crimen.

Se desconocía en la fantasía frente al espejo. Desnuda era una anarquista de sí mismo.

Los vellos de la nariz se los arrancaba inconscientemente. Los más largos. Cuando se extasiaba en pleno desgarre comenzaban sus poemas.

Quería salvar al mundo de la destrucción pero fue alcanzado por la gran peste purulenta de la sapiencia humana.

Se ahorcaba hasta llegar a la presión sanguínea más fuerte de su rostro. Era su terapia diaria para convencerse de que estaba vivo aún.

Twitter: @Fractalicos


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