Minificciones de David Baizabal
David Baizabal (Puebla, México, 1989)
Es egresado de la Licenciatura en Lingüística y
Literatura Hispánica de la BUAP. Ha publicado cuento y microrrelato en páginas
web y revistas electrónicas e impresas como Crítica. Revista cultural de la
Universidad Autónoma de Puebla, Punto en línea, Letras de Chile, Círculo de
poesía. Revista electrónica de literatura, Internacional Microcuentista,
Plesiosaurio y en la antología El libro de los seres no imaginarios
(minibichario).
Aficionado
a la fotografía y a la onironáutica, dice.
Libación
Este es el último tributo que te ofrendo. Libo para
ti mis últimas palabras, mis más legítimas intenciones. No hay altar: el lugar
donde te revelaste, ahora inaccesible, es el mausoleo de mis aflicciones y del
falso pacto perenne.
Tomarás esta ofrenda en secreto
y, por la naturaleza orgullosa de los dioses, clavarás tu silencio y tu
ausencia en mi espalda.
Chamaeleonidae
Nunca he entendido la envidia de los habladores
contumeliosos que vejan al camaleón adjudicándole el defecto de la hipocresía,
propia de los primeros. El camaleón, coctel de cromatóforos, guanóforos y
melanóforos prudentes y delicados, no cambia de color sino de sentimiento,
sufre el amor y el miedo, la angustia de la soledad y la furia del celo; no se
inmuta ante los ludibrios lúdicos de los tales hipócritas humanos. Es, en
efecto, el animal que más cerca está de Dios[1], es por
quien hay contacto entre el cielo y la tierra. Su lentitud no es letargo ni
pereza, más bien reflexión de lo visto a diestra y siniestra, lo pretérito y lo
porvenir. Cota de malla finísima, no busca problemas y las necesidades que se
le presentan las resuelve con la lengua.
Virtud paradójica del camaleón la
de ser sordo.
Tortugas*
Esa irrefrenable ondulación desarticula la mandíbula
y empieza a tragar esas pequeñas, blancas, y por demás ovoidales esperanzas de
perpetuación de la especie.
[1] A
propósito de dioses míticos, convencionales o simplemente imaginados, algunas
tradiciones dicen que el camaleón es el creador de los hombres y otra que es
culpable de que seamos mortales. Lo cierto es que en alguna ocasión Unkulunkulu
estaba molesto con el camaleón y éste, para congraciarse, dijo a los hombres
que eran inmortales y los invitó a un banquete con aquél, así habría comida y
bebida para todos y para siempre. Unkulunkulu no comprendió el afán del
camaleón y reprochó un supuesto intento por destronarlo; lo condenó entonces a
una lentitud esencial para que reflexionara antes de acto cualquiera.
A los
humanos los despojó de la inmortalidad y los mandó directito a la chingada (de
ahí tanta mitología, mística y filosofía).
* Microrrelato publicado en El libro de los seres no imaginarios
(Minibichario) (2012) de José Manuel Ortiz Soto
1 comentarios:
Gracias por presentarnos al joven maestro con una muestra de su bestiario.
JP, desde Axolotitlan
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