El milagro. Pedro Guillermo Jara
(Ya se sabe: Pululan entre nosotros la lujuria, la pereza, la
gula, la ira, la envidia, la avaricia y la soberbia)
Éramos siete los que pretendíamos a Mary. El séptimo era un
misterio para nosotros y no lo conocíamos.
Mary se dejaba cortejar. Nos seducía con su larga
cabellera, sus grandes ojos soñadores, su sonrisa, sus senos enhiestos, sus
amplias caderas, su andar cadencioso y su voz de terciopelo.
Flores, bombones, chocolates llegaban a su departamento
cada día. Nos imaginábamos que el séptimo contendor, invisible, hacía lo suyo,
en silencio.
Cierto día, por una extraña coincidencia, nos reunimos los seis
pretendientes en el departamento de Mary, cada uno con sus obsequios. El
séptimo no apareció. La sirvienta nos hizo entrar acomodándonos en el living
por orden de llegada.
—Ya viene la
señorita Mary, nos comentó con una sonrisa pícara.
Luego nos ofreció jugos naturales, galletitas y aceitunas.
Estábamos inquietos por esta extraña coincidencia de encontrarnos el mismo día
y a la misma hora en el departamento de Mary. Nos observábamos de reojo y
carraspeábamos sin cesar.
De pronto se
hizo presente nuestra amada rodeada de un resplandor de luz. Creímos escuchar un
coro celestial. Solícitos hicimos entrega de nuestras flores, bombones y
chocolates. Ella, en su sillón predilecto, una pierna sobre la otra –eran
preciosas– nos regalaba una sonrisa a cada uno. Después de un silencio y sin
previo aviso nos comentó:
—Caballeros, les comunico que estoy embarazada.
Quedamos estupefactos, no supimos cómo reaccionar. Nos
observamos en búsqueda del afortunado. ¿Sería Luis, Pedro, Guillermo, Iván,
Andrés, Sebastián? Y Pedro, consternado, con su voz apenas audible murmuró:
—Queridísima dama… ¿De quién es el hijo?
Mary sonrió enigmática y dirigiendo su mirada hacia el
cielo respondió:
—Del Espíritu Santo, el séptimo pretendiente. Pero les
comparto un consuelo: aún soy virgen.
1 comentarios:
Qué placer leer este micro. Excelente, como siempre, Pedro Guillermo.
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