Minificción venezolana: Trejo, un experimentalista


Oswaldo Trejo. Ejido, Mérida 1924-Caracas 1996. Narrador. Obras principales: Los cuatro pies (1948); Cuentos de la primera esquina (1952); También los hombres son ciudades (1962); Depósito de seres (1963); Andén lejano (1968); Escuchando al idiota (1969); Textos de un texto con teresas (1975); Al trajo trejo troja trujo traje trajo (1980); Una sola rosa y una mandarina (1985); Metástasis del verbo (1990); Mientras octubre afuera (1996).
OTRA TRANSPARENCIA
Al mar la transparencia, desazulizándolo, desverdeciéndolo del lado allá de donde otros cortando, a manera de cubos, las grandes piedras.
Traslado de los cubos pero sólo mientras la noche cercando las aguas, ya más blancas que las leches.
En actividad hasta la noche llevadera, de colocaje de los cubos, escalonados donde por donde el descenso del mar.
El entonces de las aguas, cristalinas, transparentes, en amabilísimas caídas. Al fondo de ellas, visibles hasta las uniones de los cubos, hasta las formas en las superficies de la piedra.
Más allá, detrás de lo visible, los lugares del mar en los que las cosas asentándose. Los navíos acaso ya junto a las sacudidas de las especies marinas, en los estertores.
Pasado todo el mar, pasado, pasado. Acá la sequedad y allá del otro lado de los cubos, también la sequedad.
UNA SOLA ROSA Y UNA MANDARINA
En donde de cada ser dos, de cada cosa dos exactas, una para sí y otra para alguien. Siendo así, de algunas, una a la memoria y otra dejable en el lugar, ya el barrio en el caserío o el caserío en el barrio, ya los árboles frutales. Las puertas, el automóvil entrando en contravía y el automóvil llegado por el otro lado, ambos con movimiento y ruido de carro.
Tocar una puerta y abrirse dos. ¡Oh, entrar!, ¡oh, el recibo más allá!, con dos Gonzalos, dos Ercilias, dos Rafaeles, dos Julietas y, después del saludo y los besos de rigor, hablando todos a la vez y, de los ocho, escuchando atentamente a ocho.
Distinto todo, de cómo era antes de volver.
De la cocina, la sirvienta con tazas de café, de las diez una para ella y, en el momento de pasarlas, ni señas ni morisquetas, ni palabras, sino ella y ella o Carmenza y Carmenza.
Mientras en la memoria abarrotada aquellas grandes limas en sazón, aquellas roliverias mandarinas, afuera las grandes limas en sazón, las roliverias mandarinas y, afuera, las rosas, las grandes rosas.
Una sola rosa y una mandarina. Con una y otra para sí y una y otra para él, despidiéndose.
Mientras octubre afuera. Caracas: Monte Ávila, 1996.


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