Microrrelatos: El placer o la necesidad de lo breve. Miriam Di Gerónimo


Habitar este planeta a comienzos de los años 2000 requiere ciertas habilidades que es necesario aprender para no quedar fuera del sistema. El “placer o la necesidad de lo breve” casi se nos ha impuesto en relación con el rendimiento o el ahorro del tiempo. Percibimos el reinado de la imagen casi de manera absoluta, en una especie de avalancha: la televisión, los videoclips, la publicidad. Ser mediático y conectarse con el mundo se traduce en la instantaneidad que se manifiesta, a veces, en conocer el manejo de un control remoto. Para comunicarnos lejos quedaron las cartas, ahora usamos el correo electrónico o los mensajes de texto del celular que hacen aguzar el ingenio para crear una escritura brevísima. Los cibertextos requieren una producción con ciertas reglas y un código que hay que aprender para aprovechar los beneficios que brinda el sistema digital. Esta preferencia por lo breve podría motivar el deseo de lectura de textos cortos.
Sin embargo, las narraciones brevísimas pueden rastrearse desde orígenes remotos porque responden a un impulso natural del hombre: contar. Para la elaboración oral cualquier buen cuentista selecciona acontecimientos relevantes y los expresa en forma breve, amena. Esta práctica no es novedosa y se sustenta en conseguir y mantener el interés del auditorio con la ley primera de la economía: obtener la mayor eficacia con el mínimo de medios. En este sentido, el microrrelato persigue los mismos objetivos. A modo de ejemplo, leamos este testimonio chino antiquísimo del siglo III a. C: “Chang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Tzu que había soñado que era una mariposa o si era una mariposa y estaba soñando que era Tzu”.
Sin embargo, la reflexión sistemática y la práctica con la conciencia de estar “haciendo algo nuevo” es relativamente reciente y muy reciente si se compara con otras formas literarias. Sin temor a equivocarme arriesgo a decir que es la especie narrativa más joven. Y la que, en estos momentos, se difunde de manera más masiva, en virtud de su brevedad y de la posibilidad de su circulación por internet. El auge actual en Hispanoamérica se demuestra a través de la multiplicación de autores en antologías, congresos internacionales dedicados exclusivamente al género en México, Chile y España y la proliferación de estas formas en revistas, diarios y programas de radio. Este tipo de narraciones es motivo de tesis doctorales e integran ya programas de educación básica, superior y de enseñanza del español como lengua extranjera.
Las denominaciones que han ido acuñándose en los últimos treinta años son diversas: microrrelato, minificción, minicuento, texto súbito, microhistoria, textículo, short-shorts. La labilidad del nombre responde justamente a una forma que todavía no se ha fijado del todo y que está haciéndose por los mismos escritores y teóricos del tema.
Recientemente, algunos estudiosos han coincidido en demostrar que nace de los “cuentos sin literatura” que crea Macedonio Fernández y que, de acuerdo con la fecha de edición, 1921, anticipa y supera la experimentación de la vanguardia, del Boom y del post-Boom (Henry González Martínez y Jo Anne Engelbert).
A pesar de este hallazgo, hay consenso en admitir que esta práctica literaria en hispanoamérica se entronca con la exploración modernista de Rubén Darío (Lagmanovich 2). Su carácter lúdico, experimental, antisolemne lo liga, además, a los movimientos de vanguardia en los escritos transgresores de Huidobro, César Vallejo, Oliverio Girondo, Ramón Gómez de la Serna, etc.
La relevancia del guatemalteco Augusto Monterroso es indiscutida en Latinoamérica sobre todo a partir de su texto paradigmático “El dinosaurio”. A continuación, lo transcribo íntegro: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí”. Este texto brevísimo ha sido incluido en, por lo menos, una decena de antologías publicadas en diversas capitales del mundo y también se ha traducido a varios idiomas. En 2001 Lauro Zavala le ha dedicado una edición crítica y anotada.
Coincido con Guillermo Siles –investigador de la Universidad Nacional de Tucumán- en que “es un género híbrido e independiente y no una derivación del cuento” (Siles 1996). Sin embargo, es necesario comprender mejor su naturaleza “huidiza” y poco encasillable ya que actualmente las fronteras entre los géneros son bastante lábiles y cada uno de ellos se nutre de interpenetraciones.
En cuanto al origen y desenvolvimiento del microrrelato en hispanoamérica, tanto el mexicano Lauro Zavala -uno de los especialistas más importantes en la actualidad en microrrelatos- como Francisca Noguerol (192) –investigadora de la Universidad de Sevilla- coinciden en afirmar que este género se inicia a partir de las “ficciones” borgianas cimentadas en la ironía, la parodia y la metaficción que cuestionan los límites entre realidad y ficción. Noguerol continúa la evolución y precisa que en los años ’70 y ’80 los ejecutores del género, apremiados por las circunstancias políticas de las dictaduras y el exilio pusieron el acento en los contenidos y reflejaron literariamente las vivencias de estas crudas realidades.
En sintonía con lo expresado podemos leer “Golpe” de la chilena Pía Barros:

—Mamá, dijo el niño, ¿qué es un golpe?
---Algo que duele muchísimo y deja amoratado el lugar donde te dio.
El niño fue hasta la puerta de casa. Todo el país que le cupo en la mirada tenía
un tinte violáceo.

Esta minificción se vale del dialogismo, acentuado por el carácter de sus personajes tipos, sin complejidades, la relación madre-hijo, la ternura e inocencia del niño. El efecto sobre el lector se consigue a través del juego en dos niveles de significación basados en la ambigüedad que plantea el color morado.

En las minificciones los rasgos descriptivos generalmente se reducen a uno, no hay tiempo para más. Por ejemplo en “Golpe”: un solo rasgo, un color, tiñe literalmente todo el relato. La variedad de colores no habría contribuido a la efectividad que logra Pía Barros con la economía y la sugestión.
En los últimos años, el microrrelato se inscribe en la posmodernidad en tanto ”parodia las obras convertidas en cánones culturales por la generación anterior y, sobre todo por su incidencia en los márgenes y en las periferias sociales, sexuales y étnicas: las mujeres, los indígenas, los chicanos. (Noguerol 192) .
Un ejemplo de Mario Goloboff puede ilustrar lo dicho:

Acto IV. Escena Primera
Desdémona llega en el instante en que Otelo cuchichea con Yago. Éste tiene la mano del Moro entre las suyas, y describe un pañuelo. Los gritos de la mujer celosa aún recorren los puentes de Venecia.

Precisamente, la naturaleza de hibridación genérica, intertextual, metaficcional, ambigüedad semántica, fragmentaria, humorística e irónica, lo inscribe en el contexto de la narrativa posmoderna.
La investigadora venezolana Violeta Rojo propone llamar minicuento a la narrativa que tiene las siguientes características:
a)brevedad extrema (desde una línea hasta una página, aproximadamente);
b)economía del lenguaje y juegos de palabras;
c)carácter proteico, hibridación genérica: entrecruzamiento con otros géneros literarios (lírica, haiku) y extraliterarios (adivinanza); con géneros arcaicos o desaparecidos (fábula, aforismo, mito); con formas populares y orales: el refrán, el graffiti, el palindroma,
Algunos de estos ingredientes puede omitirse, pero los que sí deben estar presentes como elementos básicos y dominantes son la categoría de lo narrativo, la brevedad extrema y el gesto trangresor.
La estructura clásica decimonónica puede romperse en la linealidad de la secuencia narrativa y en la imposibilidad de vislumbrar en forma nítida sus fases.
Los títulos suelen ser enigmáticos y sugerentes para provocar, a veces, ambigüedad semántica y desviación del sentido usual de una palabra. Los finales suelen ser abruptos y abiertos, con un alto nivel de impacto que algunos asimilan con el verbo noquear o con el filo de una puñalada. Los personajes son abocetados, la circunstancia los eclipsa, el destino se impone sobre la individualidad (Irving Howe). La fragmentalidad no es sólo una forma de escribir, sino también y sobre todo una forma de leer” (Zavala a 5). Entre los Derechos Imprescindibles del Lector, incluye Daniel Pennac el derecho inalienable a saltarse páginas, el derecho a leer cualquier cosa y el derecho a picotear. En otras palabras,. Estas “estrategias de descentramiento de la escritura textual” indican que ha cambiado el pacto y, por lo tanto, también los hábitos del lector puesto que el minicuento requiere, un lector cómplice -en la teoría de Cortázar- que sea capaz de trabajar activamente para completar un tejido que está construido de suyo de espacios vacíos y que cuenta con su participación activa para completarlo. La condición fragmentaria del microrrelato se debe, además, a la época en la que se halla inscripto.
La minificción es representativa de un mundo en crisis, cambiante, polifacético y complicado. La profundidad y complejidad de lo breve pueden dar una respuesta y constituir una vía para lo que se entrevé como un callejón sin salida. Quisiera invitarlos a reflexionar con un fragmento de Ítalo Calvino:
(…) en una época en que triunfan otros media velocísimos y de amplísimo alcance, y en que corremos el riesgo de achatar toda comunicación convirtiéndola en una costra uniforme y homogénea, la función de la literatura es la de establecer una comunicación entre lo que es diferente en cuanto es diferente, sin atenuar la diferencia sino exaltándola, según la vocación propia del lenguaje escrito.

Bibliografía
a) Fuentes:
Barros, Pía. “Golpe”. En sus: Miedos transitorios (De a uno, de a dos, de a todos). Santiago de Chile, Ergo Sum, 1985. p 39.
Goloboff, Mario Gerardo. “Acto IV. Escena Primera”. En su: Recuadros de una exposición.
Monterroso, Augusto. “El dinosaurio”. En sus: Obras completas( y otros cuentos). La Oveja negra. México, Secretaría de Educación Pública, 1986.
b) Especial
Calvino, Ítalo. Seis propuestas para el próximo milenio. Madrid, Ediciones Siruela, 2ª ed. 2000.
Lagmanovich, David. Microrrelatos. Buenos Aires-Tucumán, Cuadernos de Norte y Sur, 2003.
López Cuadras, César. “La compleja profundidad de lo breve”. En: Lauro Zavala. El dinosaurio anotado. Edición crítica de ‘El dinosaurio’ de Augusto Monterroso. México, Alfaguara, 2001.
Noguerol Jiménez, Francisca. “El microrrelato hispanoamericano: cuando la brevedad noquea”. Lucanor, Pamplona, 8, 1992, p. 117-133.
Rojo, Violeta. “El minicuento: caracterización discursiva y desarrollo en Venezuela. En: Revista Iberoamericana. N. 166-167, enero-junio 1994. Pp. 565-573.
Sarmiento, Alicia Inés. Literatura Hispanoamericana, Contemporánea y Postmodernidad. Mendoza, Universidad Nacional de Cuyo, Facultad de Filosofía y Letras, 1994.
Siles, Guillermo. “El microrrelato: un género híbrido”. RILL. Universidad Nacional de Tucumán, 1996.
Zavala, Lauro. Cartografías del cuento y la minificción. Sevilla. Editorial Renacimiento, 2006.

1 comentarios:

Johan Bush Walls | 17 de marzo de 2009, 15:38

Sería interesante que los ensayos sobre el relato breve, fueran breves.

Salú pue.

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