Franco Vaccarini en cinco breves y uno más

El corte inglés

Despertó con resaca, y se dio cuenta de que le faltaba algo. Amy se habría ido, al diablo o a Londres: la casa era todo silencio. Recordó un brumoso altercado con la hermosa turista que conoció noches atrás, en un bar de Palermo. Los gritos y algún empujón terminaron cuando se quedó etílica y soberanamente dormido.

Entonces vio la sangre entre sus piernas: ya no estaba allí.





Cuerpos

Hoy tuve una revelación. Tal vez por las drogas – medicadas por algunos achaques circunstanciales – aunque sospecho que, en todo caso, las drogas corrieron las cortinas de un ojo de buey oculto en la pared y puedo ver más allá.

Sin misterios, lo diré: la Muerte no mata.

Somos nosotros los distraídos que olvidamos nuestros cuerpos, los dejamos tirados por ahí, en la calle, en la cama, sobre un avión caído, entre las balas del enemigo.

Ella pasa, protectora, piadosa, y se los lleva al orfanato de los cuerpos perdidos.

Y nunca, nunca más los encontramos.



Eliminación

De a poco, pero cada vez con mayor intensidad, voy descubriendo que soy el único ser existente. La broma es deliciosa, la broma es la creencia de que hay un universo, un mundo, y, sobre todo, mi mundo, mis amigos, el calor y los chocolates. Libros, ropa, artículos electrónicos, autos, montañas, barcos, peces, árboles, estrellas; para no hablar de pequeñeces como el microchip, las mariposas, el ADN, los neutrinos. ¿Cómo puedo imaginar tantos detalles?

Sobre todo... ¿cómo puedo imaginarme a mí? Es obvio, a esta altura, que yo tampoco existo.



Ángel de la humanidad (Cuento fantástico)

La mujer con un bebé en brazos pide algo de comer en la panadería. El viento helado barre las calles.

–Nada, no puedo darte nada – le dice una empleada de ánimo gris.

La mujer amaga irse, pero la empleada cambia de parecer. Su cara resplandece, tocada por un ángel repentino:

– Tomá, mi amor, está caliente – y le alcanza un pan.



Kafka y la moneda de un desconocido

En la parada del ómnibus me resuena una frase de los diarios de Kafka. La leí hace minutos y me neurotizó de un modo opresivo: oh, bastante esperanza, infinita esperanza, sólo que no para nosotros.

Veo que se acerca el ómnibus y, torpe de mí, se me cae la moneda de un peso a la calle, directo a la panza de los autos. Es mi única moneda. El muchacho que esperaba otro ómnibus, detrás de mí, me da su propia moneda. "Yo tomo la que se te cayó, cuando corte el semáforo”. Subo con la moneda de un desconocido y siento una ola de esperanza, aquí, ahora, para nosotros.



Otra vez

La reciente crisis con mi esposa me condena a este período insustancial.

Nunca como ahora sentí el peso de estar solo y las ganas de estar con alguien y a la vez temor a estar con alguien, y ganas de estar solo. Enamorarse otra vez es como volverse loco otra vez. Todo se desmorona. El mundo se convierte en una mujer, esa mujer.

El amor nos vuelve tan miopes que para mí fue natural deducir que los otros, los habitantes de ese mundo que apenas existía, me envidiaban en masa: mis amigos, mis compañeros de trabajo, mis parientes. Y sigo atado a ese velo, como quien no puede cambiar de religión. Enamorarme de otra dama me suena a herejía.

Estoy desconcertado. Sospecho que necesito ayuda de una amiga. Pero si una amiga me ayuda en este trance, fatalmente terminaré enamorado de ella y yo me volveré loco. Otra vez.

Leo en los diarios que hay mujeres que se enamoran de hombres que mataron a mujeres, que les envían cartas a la cárcel, que les hacen visitas, que inician una relación. Quien sabe, tal vez pueda hacerlo. Otra vez.




Franco Vaccarini nació en Lincoln, Argentina, en 1963. Ha publicado El culto de los puentes (poesía); La mecedora del fantasma (cuento); Perdidos en el miedo (cuento) y novelas como Algo que domina el mundo; Otra forma de vida; Los socios del Club de Pescadores, entre muchos otros títulos. En el año 2006 obtuvo el premio "El Barco de Vapor" por su novela La noche del meteorito.


1 comentarios:

Estación Babel | 26 de diciembre de 2011, 13:37

CUERPOS es el relato que más me gustó. Por el punto de vista, el ritmo, por lo ingenuo y hasta tierno, arriesgaría.

En algunos cuentos revela una sensibilidad social y sentimental poco común. Hay asombro ante las conductas de los otros. Pedidos de ayuda, interrogantes surgidos de sus dolores y experiencias; a través de una prosa simple y de palabras contundentes nos lleva por los senderos del alma.

Gracias, Sandra por acercarnos este escritor.

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