Eugenio Mandrini: Mamut en la noche inmensa
EL FUTURO IMPERFECTO DE EUGENIO MANDRINI
Eugenio
Mandrini es argentino, poeta, narrador, ensayista, guionista, columnista y
especialista en tango. Ha publicado: Criaturas
de los bosques de papel (1987), Antes
que el viento se apague (1989), La Argentina en pedazos (1993); Campo
de apariciones (1993), Discépolo y
Dios (1998); Párpados para el ojo
que sale de mí (1999); Los poetas
del tango (2000); Conejos en la nieve (2008), Las otras criaturas (2013). Sus textos
son elaborados, precisos y magníficamente bien escritos. VR
MAMUT EN LA NOCHE INMENSA
Soñó que el
mamut muerto en el último invierno, el mamut más formidable, más temible y de
más estremecedor pelaje oscuro que viera en su azarosa vida de cazador, volvía
a buscarlo a él, de entre todos los hambrientos de la tribu que intervinieron
en la cacería, sólo a él.
Después, la
visión se trasladó a la realidad y el mamut aparecía, irremediable, en
cualquier momento de la noche o cuando el fuego de la caverna volvía a la
ceniza o aún mimetizado en la lluvia, en la niebla o en la humareda de los
bosques incendiados. Entonces cerró todas las formas de la luz y la alucinación
y se arrancó los ojos para no verlo más. Pero el mamut volvía siempre, irremediable,
porque en el mundo de los ciegos, los ciegos ven.
ESTA PÁGINA ES MUY ROJA
Abrió grande la
boca, se introdujo una rosa roja y, pacientemente, para no dañar su belleza
eterna, la fue tragando entera. Después, volvió a sus ocupaciones diarias, a la
espera de que algo grandioso sucediera dentro suyo: que brotaran de su boca,
por ejemplo, jardines del paraíso y le colmaran los ojos. Sin embargo, durante
días nada de este mundo ni del más allá sucedió en su vida. Insatisfecho, fue
en busca de una nueva rosa roja y al querer tomarla –hecho insólito- vio que
ella temblaba, temblaba como de miedo, y enseguida, entre agitaciones, comenzó
a deshojarse como una garúa trágica. Esa misma noche, abrumado, tomó un lápiz y un papel y trazó el
dibujo de una rosa. Con el color que fluía del sendero abierto en una de sus
venas, la pintó de rojo, y con las últimas gotas, escribió una sola palabra:
Perdón.
Nunca sabremos
si la rosa roja lo acosará en los sueños.
TANGO DEL LOBO
Primero, faltó
a la cita la niña de la caperuza roja.
Después, un
eclipse oscureció la luna y debió morderse el aullido.
Por último, la
manada lo declaró nada feroz, por esas gotas de soledad que le apagaban los
ojos, y fue desalojado del bosque.
Hoy lame
zapatos en la ciudad y en invierno busca el abrigo del sol como una abuela.
FUTURO IMPERFECTO
El cielo estaba tan poblado
de naves comerciales como antes lo estuvieron las calles de máquinas
vertiginosas, que los pájaros se exiliaron en los árboles hasta mimetizarse en
las hojas, iniciándose así la extinción de la especie por el inmenso dolor de
no poder volar en ese aire sin aire, en ese cielo sin cielo.
De ese tiempo aún se
conserva en una de las vitrinas del Museo de los Enigmas, un extraño objeto que
algunos, por su forma, lo atribuyen a la pluma de un pájaro, y otros, por su
brillo, a un resto de aquellas mañanas luminosas del antiguo cielo.
HOMBRE DE MUCHA FE
Descendió del tren en una
estación cualquiera de un pueblo desconocido, y la esperó.
Después, entró en los
subsuelos de las catedrales, donde el silencio, de tan espeso, late, y la
esperó.
Después la esperó subido a
los árboles, a los puentes, a las terrazas, a las torres, a las montañas, a los
aviones, a las nubes del sueño y, acaso, a algún ángel.
Después la esperó en la
intemperie del invierno más impiadoso, temblando no de frío sino de esperanza,
y además bajo la lluvia la esperó, hasta que el agua dolió como pedradas.
Llegó también a comprar un
telescopio y esperó verla aparecer de entre los astros.
Lo encontré sentado en el
banco de un parque, en silencio, mirando ardiente más allá de los árboles, del
tiempo, del desvarío. Le pregunté:
-¿A quien espera tan
tenazmente?
Sin dejar de mirar el fuego
de la distancia, contestó:
-A la Felicidad. ¿A quién
otra podía ser?
Me senté a su lado.
RAÍCES
Con el último
golpe del hacha, el árbol cae pesadamente al suelo. Sin embargo, los pájaros
permanecen inmóviles donde antes estuvieron las ramas. Acaso porque sólo son la
sombra de esos pájaros. Acaso porque esos pájaros miraban demasiado la distancia
y la distancia los hipnotizó. O acaso porque la memoria del árbol muere
después.
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