Una fábula de Miroslav Scheuba







LAS ARAÑAS Y LAS ABEJAS

Las arañas estaban cansadas de esperar un mundo mejor, para colmo de males, en sus telas sólo quedaban atrapadas moscas estúpidas. Sin darle más vueltas al asunto, estudiaron el panorama y llegaron a una conclusión: hacer negocios por Internet. Fue así como decidieron poner un aviso en la Web anunciando, con bombos y platillos, la inauguración de dos importantes agencias, una sentimental donde los seres solitarios podrían encontrar pareja; y otra, una agencia de viajes para que los enamorados a primera vista pudieran disfrutar de una maravillosa luna de miel.

La primera en caer fue una abeja reina que buscaba un zángano como la gente. Su majestad no tuvo problemas para pagar los servicios de la agencia, las arañas aceptaron de buena gana un panal con jalea real de reconocidas propiedades afrodisíacas. Colgados los anuncios en los portales, llegó el día señalado. Para demostrar que la cosa no sólo iba en serio sino que además era legal, el encuentro no sería nocturno sino de mañana. Desde temprano se encontraban más de mil zánganos sobrevolando un galpón esperando que las campanas de una escuela dieran las 12, hora en que la abeja reina vestida de blanco saldría volando hacia el cielo y sólo el zángano con mejor estado atlético sería el elegido para cumplir su papel de marido, siempre y cuando la alcanzara y la poseyera en pleno vuelo.

Consumado el acto que legitimaba el matrimonio, ambos regresaron al galpón de las arañas para retirar los pasajes y los cupones de la estadía del viaje que ya estaba pagado, pero las sinvergüenzas habían desaparecido sin dejar rastros de su comercio. La abeja reina y su flamante marido no se hicieron mayores problemas porque estaban muy felices. Cuando llegaron a la colmena, observaron entre las abejas obreras una gran preocupación: había desaparecido un panal con propóleos preparado como hormiguicida. En el apuro de cerrar el trato con las arañas, la abeja reina se había equivocado y en lugar de enviar el panal con jalea real, había enviado el otro.

Las arañas, que se creyeron muy listas estafando a una reina, al final tuvieron su merecido. Esa noche de juerga no sólo quedaron duros los araños con “la jalea real” sino que ellas fueron detenidas acusadas de envenenamiento. Luego, fueron procesadas y durante el juicio, halladas culpables de asesinato agravado por el vínculo. No obstante, las arañas en la cárcel no se han quedado tranquilas, siempre están tejiendo algo nuevo. Condenadas a cadena perpetua, tienen tiempo de sobra para planificar una fuga de película. Mientras tanto, con otras internas han organizado un taller literario.

Moraleja: Internet es apenas un seudónimo, su nombre verdadero es Mientemet

Miroslav Scheuba
Poeta y cocinero, se inspiró en las lecturas de las Jornadas Feriales de Microficción (Buenos Aires, Argentina) y escribió esta fábula que leyó en el "fin de fiesta".

1 comentarios:

oscar taffetani | 22 de mayo de 2009, 8:38

Muy humanizadas las abejas y las "eritnias". Deberían preocuparse por recuperar su identidad zoológica, para que no les sigan pasando esas cosas terribles. En cuanto a los hombres y mujeres, ya sabemos: toda pena y todo castigo es poco, por cometer el delito de pensar y, no contentos con ello, animarse a fabular. Muy lindo el texto.

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