Dos de Julio Miranda


JULIO MIRANDA. La Habana, Cuba 1945-Mérida, 1998.
Narrador, poeta, ensayista. Obras principales: Proceso a la literatura venezolana (1975); Maquillando el cadáver de la revolución (1977); Parapoemas (1978); El poeta invisible (1981); En off: cine y narrativa en Venezuela (1982); Vida del otro (1982); Anotaciones de otoño (1987); Rock urbano (1989) Casa de Cuba (1990); Así cualquiera puede ser poeta (1991); Poesía; paisaje y política (1992); Luna de Italia (1995); Cine de papel (1995); El guardián del museo (1992); Sobrevivientes (1993); Poesía en el espejo (1995); Máquina del tiempo (1997); Retrato del artista encarcelado (1999); Agua por todas partes (2006)

Como una reina


La víspera de dejar yo la ciudad, ella me invitó a cenar. –Fueron tres años, después de todo –dijo. « Tu cuerpo es mi casa», recordé haberle repetido, tantas veces, en aquel tiempo. No sé si ella lo pensó también, en esa casa –y en ese cuerpo- que yo había abandonado días antes. Pero no hubo reproches. Y su cuerpo fue de nuevo mi casa.
Al salir, de madrugada, sólo me dijo: -Cuídate.
Se portó como una reina que, al desterrarlo, hiciera un último regalo a su bufón.

Vida de perros

Somos pobres. Nunca hemos podido tener un perro. ¡Y nos gustan tanto! Por eso decidimos turnarnos: cada uno haría de perro un día entero.
Al principio nos dio un poco de vergüenza, sobre todo a mis padres. Lo imitaban muy mal. Algún ladrido y mucho olfatear. Yo era el que más gozaba, orinando donde quería.
Pero se convirtió en una fiesta. Esperábamos que nos tocara, nerviosos. La noche antes ya se nos escapaba algún grrrr, algún guau. Mamá no se ocupaba de la casa. Papá no iba al trabajo. Yo me salvaba de la escuela. Y ellos se divertían más que yo, saltándose las reglas, mordiéndose y lamiéndose y rascándose y montándose encima y revolcándose, aunque a los dos no les tocara ser perro. Les decía que era trampa. Me mandaban al cuarto.
La casa está hecha un asco. A papá lo botaron. Yo tengo que ir a clases todas las mañanas y luego las tareas. «Otro día haces de perro», me dicen, «otro día», riéndose.
No es justo.

El guardián del museo. Caracas: Monte Ávila, 1992

3 comentarios:

la luz tenue | 17 de mayo de 2009, 3:00

Buenísimo.

Omar Mesones | 20 de mayo de 2009, 12:56

Deliciosos, en especial el primero... Hay mucho de esa irónica tristeza desde la cual tanto escribió...

placida farias | 12 de septiembre de 2009, 20:35

maravillosa y reververante imaginacion , centrada en las cotidianidad del ser, representada por la habitabilidad del ser, la casa, la costumbr, el compartir y las despedidas que surgen en la vida

placida farias vidal

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