Ficticianos en Ficción Mínima
Gilberto Marti Lelis Sánchez
(Ferjaad o el Julianchis)
A este escritor le gustan las minificciones desde que se dio cuenta de que en ellas cabe una novela o un poema.
Y una novela-poema es mi vida, armada con escenas cotidianas, con objetos cotidianos vistos con un ojo-micro-macroscópico que se empeña en representar lo infinito en lo finito, el universo en la pupila de una paloma, un poema en las hojas secas que pisan las majas.
De la ciencia di el salto a la literatura, con botín pero en chanclas. Final que no me provoca ni nostalgias ni neuralgias.
Ya se sabe que soy mexica y tlaxcalteca, que nací en el año de las Olimpiadas mexicanas y que vivo en Tlaxcala, México cuando no en Chauburgo, ciudad imaginaria.
NAUFRAGIO PARA HOJARASCA Y PALOMA MUERTA
Allá en las ramas de los fresnos las hojas se frotan al vuelo del cierzo de finales de diciembre. El quiosco está silencioso. Cercado por la hojarasca pareciera hundirse lentamente entre las hojas. Un tapete movedizo se agita en el piso del parque, se acumula, seco, bajo las bancas de hierro.
Bajan por docenas, blancas, grises, pintas, a dar de picotazos en las baldosas, las palomas. Hay un bullicio de zureos, cabezas que suben, que bajan, picos que limpian el suelo. Terminan las semillas. Mueven a espasmos nerviosos las cabezas; los atónitos ojos, naranjas, rojos, amarillos, afinan la pupila en busca de un puñado más de alimento.
Un estruendo de zapatos y gritería de niños elevan a su paso olas de alas y de polvo, dejan tras de sí una conmoción de risas y más gritos.
El niño más pequeño está de rodillas, inclinado frente a un palomo de pecho irisado que tiene extendida el ala rota; los párpados mal cubren la pupila que ya se va opacando. El pequeño levanta el cuerpecillo, lo agita, le dice “shu, paloma, shu”, mas no hay movimiento sino de cuello roto. Plumas como hojas de árbol se despeinan en las alas del ave inmóvil. Olas de hojarasca rompen contra el quiosco, lo cubren, el parque naufraga, no hay más nada, hojas secas, nada de nada.
MILAGRO PARA DOS CABEZAS
Descubrí en el fondo de la fuente una hoja muerta. Era como la sombra del sentimiento que buscamos en los pueblos que nos reciben. Dolorida caravana de saltimbanquis, polvorientos y palurdos, siempre atentos al murmullo de la hojarasca.
Tenías esa manera de reprimir un grito cada vez que una hoja crujía bajo tu pie o el mío. No era extraño pensar que, contigo, era divertido patear latas de refresco o conversar con el necio del pueblo acerca de las maravillas que se encuentran en los botes de basura. La pasábamos mirando todo, ¿recuerdas?, sentados en las bancas de hierro que tanto nos magullaban las nalgas. A veces, sin avisarte, dejaba en tu mano un diente de león para ver cómo soplabas las semillas y sonreías. Lo mismo de pueblo en pueblo, tanto y tanto y tanto tiempo…
Hasta que, un día, me hiciste ver en el interior de un árbol caído los muchos hongos que crecían como uno sólo, como abanicos, y luego lloraste toda la tarde, y nos pusimos tan tristes que nos negamos a continuar nuestras vidas duplicadas y trashumantes.
No importó que nos extrañaran el Hombre Fuerte y la Mujer Barbuda; no importó que el Director nos ofreciera el doble de salario. Estábamos cansados. Y nos quedamos porque, cuando uno muera, se llevará al otro y terminará el verdadero milagro. Mientras tanto, me gusta pisar hojas secas con tus pies, que son los míos.
HISTORIA DE UNA HOJA
Suspendida de una rama, a veinte metros sobre la plaza, la última hoja del árbol, ya rendida a su condición pasajera — marchitos tegumento y nervaduras—, se mece al viento y se desprende. Va dejando al caer — breve navío del viento—, su delicada huella de luz para nadie. En el suelo, en cambio, la hoja revive en la hojarasca; rueda y sucumbe, acaso, al peso de la mujer que, apenas verla, ha sentido el impulso de pisarla. Entonces, convertida en crujido leve, alcanza el oído atento de la muchacha y se aleja del parque, prendida entre los labios, ya sonrisa que se mece.
(Ferjaad o el Julianchis)
A este escritor le gustan las minificciones desde que se dio cuenta de que en ellas cabe una novela o un poema.
Y una novela-poema es mi vida, armada con escenas cotidianas, con objetos cotidianos vistos con un ojo-micro-macroscópico que se empeña en representar lo infinito en lo finito, el universo en la pupila de una paloma, un poema en las hojas secas que pisan las majas.
De la ciencia di el salto a la literatura, con botín pero en chanclas. Final que no me provoca ni nostalgias ni neuralgias.
Ya se sabe que soy mexica y tlaxcalteca, que nací en el año de las Olimpiadas mexicanas y que vivo en Tlaxcala, México cuando no en Chauburgo, ciudad imaginaria.
NAUFRAGIO PARA HOJARASCA Y PALOMA MUERTA
Allá en las ramas de los fresnos las hojas se frotan al vuelo del cierzo de finales de diciembre. El quiosco está silencioso. Cercado por la hojarasca pareciera hundirse lentamente entre las hojas. Un tapete movedizo se agita en el piso del parque, se acumula, seco, bajo las bancas de hierro.
Bajan por docenas, blancas, grises, pintas, a dar de picotazos en las baldosas, las palomas. Hay un bullicio de zureos, cabezas que suben, que bajan, picos que limpian el suelo. Terminan las semillas. Mueven a espasmos nerviosos las cabezas; los atónitos ojos, naranjas, rojos, amarillos, afinan la pupila en busca de un puñado más de alimento.
Un estruendo de zapatos y gritería de niños elevan a su paso olas de alas y de polvo, dejan tras de sí una conmoción de risas y más gritos.
El niño más pequeño está de rodillas, inclinado frente a un palomo de pecho irisado que tiene extendida el ala rota; los párpados mal cubren la pupila que ya se va opacando. El pequeño levanta el cuerpecillo, lo agita, le dice “shu, paloma, shu”, mas no hay movimiento sino de cuello roto. Plumas como hojas de árbol se despeinan en las alas del ave inmóvil. Olas de hojarasca rompen contra el quiosco, lo cubren, el parque naufraga, no hay más nada, hojas secas, nada de nada.
MILAGRO PARA DOS CABEZAS
Descubrí en el fondo de la fuente una hoja muerta. Era como la sombra del sentimiento que buscamos en los pueblos que nos reciben. Dolorida caravana de saltimbanquis, polvorientos y palurdos, siempre atentos al murmullo de la hojarasca.
Tenías esa manera de reprimir un grito cada vez que una hoja crujía bajo tu pie o el mío. No era extraño pensar que, contigo, era divertido patear latas de refresco o conversar con el necio del pueblo acerca de las maravillas que se encuentran en los botes de basura. La pasábamos mirando todo, ¿recuerdas?, sentados en las bancas de hierro que tanto nos magullaban las nalgas. A veces, sin avisarte, dejaba en tu mano un diente de león para ver cómo soplabas las semillas y sonreías. Lo mismo de pueblo en pueblo, tanto y tanto y tanto tiempo…
Hasta que, un día, me hiciste ver en el interior de un árbol caído los muchos hongos que crecían como uno sólo, como abanicos, y luego lloraste toda la tarde, y nos pusimos tan tristes que nos negamos a continuar nuestras vidas duplicadas y trashumantes.
No importó que nos extrañaran el Hombre Fuerte y la Mujer Barbuda; no importó que el Director nos ofreciera el doble de salario. Estábamos cansados. Y nos quedamos porque, cuando uno muera, se llevará al otro y terminará el verdadero milagro. Mientras tanto, me gusta pisar hojas secas con tus pies, que son los míos.
HISTORIA DE UNA HOJA
Suspendida de una rama, a veinte metros sobre la plaza, la última hoja del árbol, ya rendida a su condición pasajera — marchitos tegumento y nervaduras—, se mece al viento y se desprende. Va dejando al caer — breve navío del viento—, su delicada huella de luz para nadie. En el suelo, en cambio, la hoja revive en la hojarasca; rueda y sucumbe, acaso, al peso de la mujer que, apenas verla, ha sentido el impulso de pisarla. Entonces, convertida en crujido leve, alcanza el oído atento de la muchacha y se aleja del parque, prendida entre los labios, ya sonrisa que se mece.
5 comentarios:
Siempre es un gustazo leerte, Ferjaad.
Un saludo.
Josep
Bellísimos tus minirelatos. Un gusto leerte.
Lamonoica
"Historia de una Hoja", un cuadro perfecto de una tarde otoñal... Maravilloso relato. Congratulaciones
Hola, Gilberto espero no te hayas olvidado de mi Dayci
ESTE MENSAJE ES PARA GILBERTO MARTI LELIS SANCHEZ DE TLAXCALA... OJALA SEA EL MISMO QUE YO CONOZCO. DESEO CONTACTARTE...ME GUSATARIA SABER DE TI... MI CORREO ES jhlarios4@live.com.mx RECIBE UN ABRAZO DESDE SALTILLO COAHUILA.... JORGE HERNANDEZ LARIOS
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