Microficciones de Federico Demarchi



Barbarie

Entran a la ciudad, ofenden a nuestros dioses, incendian los templos, los edificios públicos, abren a patadas las puertas de las casas, matan a los hombres, someten a las mujeres, se ganan el cariño de los hijos, los instruyen en la no imposible felicidad que hará de esta tierra un motivo de su orgullo y, borrando toda memoria de nuestras sufridas tradiciones, se quedan a vivir.

***

Te amé entre lirios una tarde nocturna como pocas. Eran de diciembre los últimos días, y una vocación, mi oficio en la curtiembre. Te amé entre lirios sin amor, sólo por ver el fruto del verano. El arduo fruto de mi mano en tu cuerpo de niña sin cáscara. Rojo, inocente, de bruces, bajo una nube de moscas.

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Es tarde para el hombre. Ha perdido la mañana. Vuelve sobre sus pasos hasta el mediodía, pero la visión del sol lo enceguece y le impide ir más allá.
Por eso se hunde en los confines de la noche, buscando sorprender a la mañana por la espalda.

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Sin otra libertad que el cautiverio, se echó a volar un día por el cielo raso. Pero las manchas de humedad entumecieron sus alas y cayó. Y así, con pluma ligera, dejó su testamento escrito en la pared.

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Autor intelectual


Nadie te oyó entrar en su casa, ni discutir con él unos minutos, ni retirarte fingiendo que ya no volverías para acceder nuevamente por la puerta de atrás, sorprenderlo por la espalda y dispararle tres veces. Nadie te vio registrar sus cajones, robar dinero y documentos, tomar después el camino de regreso por una calle empedrada con las manos en los bolsillos y al cruzar el viejo puente arrojar el arma al río. Tal vez no falte quien sospeche ya, que lo anterior no alcanza para incriminarte. La unánime noche es testigo: nadie te oyó ni te vio.
La realidad es indiferente a las simetrías. La imaginación, las busca y las encuentra por doquier. Perfecto, en consecuencia, será sólo aquel crimen que sea imaginario. Ahora bien, ¿quién ha sido el autor de este crimen?, ¿quién lo ha imaginado?, ¿quién ha dado por cierto lo que no es sino una negación? A la hora de responder estas preguntas, no me gustaría estar en tu lugar, activo lector.


Federico Demarchi nació en Rosario, Argentina, en 1973. Es poeta y narrador. Estudió fotografía y cine. Actualmente, cursa la carrera de traductor de inglés. Ha colaborado en publicaciones digitales con poemas y traducciones. En el año 2003 publicó Historias de ciertas islas (microrrelatos). Integra la antología Poetas Rosarinos 2008, UNR Editora. Desde julio de 2009 publica sus poemas, microrrelatos y epigramas en el blog “Poesía y microficción" (http://federicodemarchi.blogspot.com/).

4 comentarios:

Esteban Dublín | 26 de octubre de 2009, 12:30

Me gustaron mucho los cuentos de este rosarino. ¿Hay un auge en Rosario por la microficción o es mi impresión?

Anónimo | 26 de octubre de 2009, 16:41

Hola, Esteban. Me gustaron mucho estas microficciones tuyas, particularmente "Autor intelectual", la de los lirios (debo decir que me impresionó el giro final), la del hombre que perdió la mañana (muy poética y hermosa), y la del bichito de pluma ligera. Te sigo leyendo, Mariángeles

Anónimo | 26 de octubre de 2009, 17:00

Estimado Esteban:
No estaríamos muy errados si dijéramos que este auge se da en toda América Latina, donde la microficción ha sentado sus reales como género autónomo, cuenta con lectores ya entrenados en el peculiar pacto de lectura que propone y con un creciente cuerpo crítico desde hace décadas abocado a reflexionar teóricamente sobre sus rasgos constructivos, su significancia cultural y su historia.
Como seguramente habrá tenido oportunidad de leer en estas páginas, Rosario acaba de rendirle homenaje al género y a sus cultores en las III Jornadas Nacionales de Minificción. Y entre tantas voces prestigiosas llegadas desde todos los rumbos de la rosa de los vientos resonaron también las propias: las de los que crean (como Demarchi, Francisci y Cairo, nicoleña ella, pero tan nuestra), y también las de quienes leen, traducen, exploran, difunden.
Rosario hoy, Bogotá mañana, como antes Neuquén, Tucumán, Buenos Aires, Salamanca, México... el mapa de la minificción es tan vasto como su imaginación quiera: calcule que hasta metimos a Neuchâtel!
Graciela Tomassini

Anónimo | 27 de octubre de 2009, 13:41

Perdón por la confusión, Federico; acabo de volver a entrar en el blog y recién me doy cuenta de que te llamé Esteban (nombre de quien hizo el posteo anterior al mío). Reitero mis disculpas y también mis felicitaciones por tus micros. Nos leemos, Mariángeles

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