Minificciones de Sergio Gaut vel Hartman
FATÍDICO
El que escribe un cuento de trece palabras se muere en trece minutos.
KAFKIANA
Jorge Luis Borges corría entre las dunas de un lluvioso desierto. Se intuía perseguido por un alfil, pero no lograba recordar las leyes del ajedrez, si alguna vez las había conocido. Soñaba con finales perdidos, y temía despertarse convertido en un monstruoso insecto de muchas patas, ridículamente pequeñas, tumbado sobre su espalda dura. En el sueño él no se llamaba Borges, sino Gregorio Samsa. No tengo salida, refunfuñó; era una situación kafkiana, sin lugar a dudas. Decidió seguir corriendo y confiar en el Azar.
SIMETRÍA ESPECULAR
—Cortázar y la rubia siguen corriendo. —Morel ríe mientras proyecta formas que no sirven para nada; sus hipótesis son absurdas, cómo si la ignorancia plural que habita la isla sirviera para cabalgar nubes en el fondo del mar.
—¿Sabe que usando verdaderos ojos humanos podría ver los rostros de las personas que andan por el mundo? —dice Bioy.
—No me interesa. Prefiero su sabia tutela. —Morel tiene una confianza ilimitada en Bioy; podría decirse que lo idolatra.
—Yo soy mortal, Morel, no como usted. Un día quedará cristalizado y no volverá a moverse jamás.
MURIENDO
Pongámoslo así, crudo: se está por morir. Sabe que todo lo que fue, supo y sintió se disolverá en la nada. Entonces, con el hacha del verdugo sobre el cuello, se le ocurre un último lance: un pedido de auxilio a los que no están muertos porque nunca estuvieron vivos. Llama primero a Sandokan, pero también a Janie, a Huck y Tom, a Pedro Bala, a Espartaco, a Odo, a Garrón, a los pingüinos de France, a Gulliver, a Crusoe, a Gargantúa... los llama a todos; confía en que alguno de ellos vendrá a rescatarlo.
PAYASO
Berlín, 30 de mayo de 1945. Hace un mes que el doble de Adolf Hitler ha muerto en su lugar en el Führerbunker, debajo de la Cancillería. Pero el monstruo original no puede demorar más su reentrada a escena. Será la prueba de fuego, y nunca mejor dicho. Si no la supera su futuro será pura ceniza.
Sale a la calle. El verano en Berlín se anuncia en los brotes. Se acercan dos soldados rusos; están bastante cargados de Kirschwasser. Lo miran atónitos, y de pronto estallan en sonoras carcajadas.
—¡Charlot! —exclaman al unísono.
2 comentarios:
Brevísimas gotas alimenticias para el alma. Gracias.
Kafkiana es una pequeña obra maestra...
Publicar un comentario