Ficticianos en Ficción Mínima
Lucía Díaz
De larga trayectoria en el teatro independiente es actriz y directora. Desde hace siete años, con su ingreso a la Marina de Ciudad Ficticia, se dedica a la minificción. Habiendo comenzado en el mundo de la brevedad, hoy incursiona en otros géneros. Se refiere a la minificción como ese caramelo que deja un sabor especial en el paladar, por un buen rato.
Reside en Mar del Plata, Argentina.
Amalgama
Pandora pertenecía a esa estirpe de mujeres que no tenía predisposición al miedo ni a la obediencia divina. Indómita e indiscreta abrió la caja prohibida. Contenía una roja y reluciente manzana que golosa devoró.
Galanteo en ropa de trabajo
Lo encuentro como siempre, con el escobillón en las manos, extasiado frente al lienzo. Entonces acentúo las pisadas para que advierta mi presencia, y reanuda con prontitud su tarea.
Al pasar delante de la pintura, siento la intensa mirada de reproche de la joven del cuadro. Prosigo mi camino perturbada, porque he vuelto a interrumpir el sublime momento que acontece por las mañanas, entre el muchacho de la limpieza y ella.
La Fuga
Lo único que podía observar a través de la capucha raída, era un pie femenino con sandalias blancas. Tan sólo con mirarlo, el dolor disminuía y apaciguaba el pánico. Fue aún mejor cuando descubrió el lunar que moraba en el empeine. Confiado se dejó llevar y su conciencia se introdujo en él, en ese agujero negro en el espacio de un universo sublime que lo iba cautivando... Así pudo evadirse de sus torturadores
Sumisión
–¡Desnúdate! –ordenó el hombre.
La mujer se quitó con lentitud la ropa, luego la piel.
Testimonio
El caracol no sólo dejaba escuchar el sonido de las olas rompiendo en los acantilados, también se oía el graznido de las gaviotas, el viento azotando las velas, los gritos de los náufragos, y el cántico de los esclavos liberados.
La exposición
En un extremo del salón, el crítico rodeado de público, se manifiesta sobre la obra: —Vemos acá un trabajo enriquecido por una fuerza compacta que adquiere notoria preeminencia expresiva en el vacío (dice con vehemencia). La obra de este artista enciende luz y penetra en el aire que la circunda, aporta nuevas voces al arte conceptual y deja muda la mirada de los que estamos apreciando tanta belleza (los espectadores escuchan en silencio). Pálido y sudando, el marchante de la galería se pregunta qué exabruptos romperían el silencio si llegaran a darse cuenta que la muestra aún no se ha colgado.
Confusiones
El hombre de sus sueños se le apareció a Gregoria, la lavandera, con un anillo de diamantes.
El hombre de sus sueños se le apareció a Eleonora, la niña de la casa, traía una vasija de leche, y miel para untar el pan.
La mujer de manos ajadas, al ver en su anular la joya y en la mesa de la muchacha el néctar, dijo:
—Señorita, volvamos a soñar, yo no quiero esta piedra —ambas estuvieron de acuerdo.
Y al despertar de la siesta, exquisiteces cubrían el mantel de Gregoria; oros y brillantes, el cuerpo de Eleonora.
No se puede confiar en los hombres de los sueños, equivocan muy fácil la dirección.
Acordes para un tango
Por tus ojos acecha el arrabal—¿Cómo te llamás? —pregunto.—Malena —respondés con vos quebrada mientras la melodía se introduce en el escote buscando tu cuerpo que huele a madreselvas, se adhiere al talle y cuesta abajo por la seda de las medias, acompasa tu paso presuroso.Aligero mi andar para alcanzarte. Pero vas tomando distancia envuelta en la neblina de una llovizna gris.
Instante frutado
Moda primavera verano era el anuncio de la portada del magazín que la adolescente hojeaba sobre la barra, mientras sorbía su helado de cucurucho. Con la falda desplegada sobre el taburete, cruzaba sus piernas que seguramente crecían al compás de un estío lento y perezoso, como la lengua rozando el copete de vainilla y limón. Agridulce fue el estremecimiento del cincuentón al contemplar la escena a través de la vidriera.
Sueños trágicos
En la noche intensa un ataúd llama mi atención. Me acerco a contemplarlo con temor de hallarte en él y, la sospecha se confirma.
— ¡No puede ser!, estoy soñando —exclamo. Entonces tus pómulos se sonrojan, te incorporas y sonríes. A pesar de tu mirada triste, juzgo que ahora sí, lograré descansar…
Hermosa y frágil, flotando sobre las aguas, con una guirnalda de flores entre las manos, mientras entonas una canción antigua te veo pasar.
Despierto en paroxismo, aún estoy en el camarín del teatro con el vestuario y el maquillaje de Ofelia sobre la piel. Lentamente me atrevo a indagar el espejo: ¿morir es dormir?
Reside en Mar del Plata, Argentina.
Amalgama
Pandora pertenecía a esa estirpe de mujeres que no tenía predisposición al miedo ni a la obediencia divina. Indómita e indiscreta abrió la caja prohibida. Contenía una roja y reluciente manzana que golosa devoró.
Galanteo en ropa de trabajo
Lo encuentro como siempre, con el escobillón en las manos, extasiado frente al lienzo. Entonces acentúo las pisadas para que advierta mi presencia, y reanuda con prontitud su tarea.
Al pasar delante de la pintura, siento la intensa mirada de reproche de la joven del cuadro. Prosigo mi camino perturbada, porque he vuelto a interrumpir el sublime momento que acontece por las mañanas, entre el muchacho de la limpieza y ella.
La Fuga
Lo único que podía observar a través de la capucha raída, era un pie femenino con sandalias blancas. Tan sólo con mirarlo, el dolor disminuía y apaciguaba el pánico. Fue aún mejor cuando descubrió el lunar que moraba en el empeine. Confiado se dejó llevar y su conciencia se introdujo en él, en ese agujero negro en el espacio de un universo sublime que lo iba cautivando... Así pudo evadirse de sus torturadores
Sumisión
–¡Desnúdate! –ordenó el hombre.
La mujer se quitó con lentitud la ropa, luego la piel.
Testimonio
El caracol no sólo dejaba escuchar el sonido de las olas rompiendo en los acantilados, también se oía el graznido de las gaviotas, el viento azotando las velas, los gritos de los náufragos, y el cántico de los esclavos liberados.
La exposición
En un extremo del salón, el crítico rodeado de público, se manifiesta sobre la obra: —Vemos acá un trabajo enriquecido por una fuerza compacta que adquiere notoria preeminencia expresiva en el vacío (dice con vehemencia). La obra de este artista enciende luz y penetra en el aire que la circunda, aporta nuevas voces al arte conceptual y deja muda la mirada de los que estamos apreciando tanta belleza (los espectadores escuchan en silencio). Pálido y sudando, el marchante de la galería se pregunta qué exabruptos romperían el silencio si llegaran a darse cuenta que la muestra aún no se ha colgado.
Confusiones
El hombre de sus sueños se le apareció a Gregoria, la lavandera, con un anillo de diamantes.
El hombre de sus sueños se le apareció a Eleonora, la niña de la casa, traía una vasija de leche, y miel para untar el pan.
La mujer de manos ajadas, al ver en su anular la joya y en la mesa de la muchacha el néctar, dijo:
—Señorita, volvamos a soñar, yo no quiero esta piedra —ambas estuvieron de acuerdo.
Y al despertar de la siesta, exquisiteces cubrían el mantel de Gregoria; oros y brillantes, el cuerpo de Eleonora.
No se puede confiar en los hombres de los sueños, equivocan muy fácil la dirección.
Acordes para un tango
Por tus ojos acecha el arrabal—¿Cómo te llamás? —pregunto.—Malena —respondés con vos quebrada mientras la melodía se introduce en el escote buscando tu cuerpo que huele a madreselvas, se adhiere al talle y cuesta abajo por la seda de las medias, acompasa tu paso presuroso.Aligero mi andar para alcanzarte. Pero vas tomando distancia envuelta en la neblina de una llovizna gris.
Instante frutado
Moda primavera verano era el anuncio de la portada del magazín que la adolescente hojeaba sobre la barra, mientras sorbía su helado de cucurucho. Con la falda desplegada sobre el taburete, cruzaba sus piernas que seguramente crecían al compás de un estío lento y perezoso, como la lengua rozando el copete de vainilla y limón. Agridulce fue el estremecimiento del cincuentón al contemplar la escena a través de la vidriera.
Sueños trágicos
En la noche intensa un ataúd llama mi atención. Me acerco a contemplarlo con temor de hallarte en él y, la sospecha se confirma.
— ¡No puede ser!, estoy soñando —exclamo. Entonces tus pómulos se sonrojan, te incorporas y sonríes. A pesar de tu mirada triste, juzgo que ahora sí, lograré descansar…
Hermosa y frágil, flotando sobre las aguas, con una guirnalda de flores entre las manos, mientras entonas una canción antigua te veo pasar.
Despierto en paroxismo, aún estoy en el camarín del teatro con el vestuario y el maquillaje de Ofelia sobre la piel. Lentamente me atrevo a indagar el espejo: ¿morir es dormir?
2 comentarios:
Esto está muy bien.
La exposición y sueños trágicos son excelentes...
Publicar un comentario