Ficticianos en Ficción Mínima





Dolores Díaz-Ambrona de Llera
Nació el 24 de septiembre de 1952 en Badajoz (España).A los catorce años participó en el Concurso Coca-Cola de su ciudad obteniendo el segundo premio. Publicó el libro de relatos “Gato y otros 19”. Ha colaborado en distintas antologías de la Universidad de Mérida (Venezuela), así como en diversas páginas literarias en Internet. Actualmente vive en Galicia. Está casada y es madre de tres hijos y abuela de tres nietas.

DUERME
Lloras atrapado en las redes de la noche.
El silencio te asusta, la oscuridad te duele y mis caricias no te alivian.
Duerme, mi niño, mejor duerme. Inventa un sueño y escóndete en él, porque, ¿sabes?, han secuestrado al alba.
LUNÁTICO
Odiaba aquella nube de tul que la cubría, porque ocultaba su desnudez.
Odiaba al alba, vil raptora con su vientre de mañana blanca.
Odiaba al sol, porque al llegar se inflamaba, despojándola de su luz prestada, en una soberbia ardiente.
Odiaba a su corte de estrellas por esa proximidad imposible.
Incluso odiaba a la noche por ser su dueña.
Y llegó a odiarla a ella misma que permitía que así fuera, y su odio, gangrena galopante, se apoderó de su cuerpo petrificándolo sobre la playa.
¿Ves aquella roca donde descansa el brillo de la luna?
Es él.
EL CALOR
El calor era insoportable aquel día. Odio el calor.
Yo, el último en una lenta e interminable fila de estudiantes que intentábamos matricularnos en “Humanidades”. Observaba la fluidez de la ventanilla número dos, “Medicina”. Estaba sudando, así que me cambié a esa cola.
Acabo de recibir el Premio Nobel en “Cirugía Psiquiátrica”. Fui artífice del primer trasplante de sentimientos. En mi currículum figura la señora García, aquejada de fuerte depresión y curada tras ser sometida a mi técnica. El material fue extraído de X, un hombre que murió feliz.
TEXTURAS
Leía palabras de terciopelo, labios tibios, atardeceres húmedos, relieves de sonrisas, lágrimas que se disipaban en texturas de tristeza..., y las sensaciones se hacían pensamientos y los pensamientos imágenes, y cuando había llenado su mundo oscuro con vivencias de otros, las pupilas de sus dedos, cansadas, se deslizaban sobre la última línea de una página secreta.
APOCALIPSIS
El firmamento puso en escena una gran tormenta de llamas. Brigadas de bomberos celestiales aprovecharon su diuresis para extinguir tal incendio, mientras ángeles curiosos intentaban descubrir su sexo. Ninfas libidinosas corrían en busca de una última relación. Surgieron sátiros de los más insospechados lugares. El sol comenzó a derretirse dejando una gran mancha de caramelo. Los pares se volvieron nones y las palabras silencios. Timbales enloquecidos avisaron de lo que sobrevenía.
Avergonzado, despertó entre una multitud que escuchaba en sus butacas las primeras notas de la quinta sinfonía de Shostacovich.
MANÍA
Con solemne lentitud, tomó asiento ante la mesa.
Parece risueña, diríase que en secreta bonanza... como ida. La mano derecha palpa su vientre yermo; la izquierda, soporta el peso de su frente, como si sujetara sueños.
-¿Aún te asusta ese hombre? –le pregunta el psiquiatra.
-No, no -niega la loca moviendo la cabeza. El médico explica con paternal arrogancia:
-Ese hombre ha desaparecido porque tu enfermedad está curada; todo era un producto de tu imaginación. Él no volverá.
-Siempre vuelve -sonríe la paciente.
-¿Cómo? - inquiere el galeno decepcionado. La mujer no quiebra la sonrisa:
-Sí, ahora somos amantes –se acaricia un abdomen baldío - ... voy a tener un hijo suyo.
OJOS DEVORADORES
Cocina selectas viandas. Dispone la mesa: flores rojas, buen vino y Wagner. Sus ojos saborean mientras él emboca un complejo nutriente por su sonda enteral.
ESCENA DE SOLEDADES
Baja a la bodega del alma y abre una botella de penas. De repente, todos alrededor se vuelven abstemios.
Solo, se emborrachó de lágrimas.
EL OCTAVO DÍA
...Y cuando intentó descansar, los mares, los vientos, el fuego y el alboroto de sus criaturas, interrumpieron su sueño. Horrorizado, advirtió que en Su obra faltaba algo, y gritó: “¡hágase el silencio!” Entonces, pudo oír los gemidos quejumbrosos de aquellos a los que olvidó crear.
Así, el octavo día, creó la música.
ELLO
No trato de justificar lo que hice, pero la verdad, se esforzaba en amargarme la vida diciéndome cosas que yo no quería oír... Y no digo que le faltase razón, pero no se puede ir por el mundo haciendo daño gratuitamente: que si era un fracasado, que si en realidad hacía esto o lo otro por tal o cual causa, que si no me aceptaba tal como era... Eso irrita, va minando tu aguante; llega primero a preocuparte, después, a dolerte, y el dolor, cuando alguien te lo causa así, sólo por hacer daño, se convierte en irritación, y la irritación deviene en odio; además, creo que en realidad era él el que quería reafirmarse a sí mismo, cobrar relevancia a costa de destruir mi ego.
Yo había oído decir donde se escondía, así que, cogí el cuchillo que uso para desviscerar la caza, y lo hundí en mi abdomen. No pude ver la sangre de mi subconsciente muerto, porque antes, la mía lo inundó todo.
FECUNDIDAD
A punto de terminar su relato, una ráfaga de viento se llevó las palabras. Cayeron en tierra fértil y, en primavera, brotaron cuentos de colores.
EN LA RED DE LAS PALABRAS
De labios quizá coronados por cualquier bigote, fluyen palabras como hábiles arácnidos.
Tejen metáforas envueltas en terciopelo y engaños ocultos en sutiles cadencias.
Una tela de voces urdidas con ponzoña, unos hombres que escuchan: insectos que caen en la red del fervor insano.
En el nombre de Dios sabe qué dios, desatarán la muerte.

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