Ficticianos en Ficción Mínima







Santiago Ruiz Velasco
México, D. F., 1983. Iba a ser matemático, todo apuntaba hacia ello. Desde muy niño (y todavía) le fascinaban los números. En la secundaria hizo un buen papel (terceros lugares, que, con todo, sigue presumiendo) en dos concursos nacionales. Incluso estudió cuatro semestres de la carrera. Pero en 2003, sin previo aviso, se cambió a Letras Hispánicas, y se la pasó mucho mejor. En octubre de 2002 empezó a participar en el taller de Ficticia, y es muy probable que eso haya tenido que ver, aunque nunca se sabe. Olvida a pasos agigantados cómo derivar, y no le preocupa para nada.

El contagio es flor de papel
Perdone, pero leer esto le causará un ligero cosquilleo en la nariz, como una punzada en el cornete derecho, que ha de mitigar llevándose la mano de su preferencia a la cara y apretando entre el medio y la parte baja del pulgar su apéndice olfativo, como me ocurre a mí en este momento. Pero no me culpe, aunque el picor aumente y esté haciendo muecas para aliviarlo, no me culpe. Si abre la boca le será más fácil la existencia, por unos momentos. Entonces escuche, o lea, que es más apropiado: Usted va a estornudar, no hay forma de evitarlo, ¿lo notó? ahora está a la izquierda, como una hormiga minúscula caminando por dentro, buscando su laberinto en los senos paranasales. Oprima fuerte el tabique y ponga atención, tal vez logre llegar al final antes del estallido.
No es un estornudo normal, el suyo, es provocado por un texto, con lo cual los riesgos y las precauciones son de nueva índole. Pero ojo, que en el virus está la vacuna. Con la flema expectorada, usted perderá un verbo, ese que piensa justo ahora, de una vez y para siempre. Si le gusta, cierre bien los labios y estornude sólo por la nariz. Será difícil, los ojos arderán y sentirá un ligero mareo. Si en cambio es algo que gustaría de olvidar, aproveche.
A veces queda algún resto en la boca. Después del próximo punto y de su inminente explosión, cuando recobre el aire y haya tragado saliva, haga la prueba y trate de decir aquel verbo que se desvanece y que, si acaso, tiene en la punta de la lengua.

Duermevela en la dársena
—Cuidado, la noche está entrando como lluvia por tu ventana —me dijo aquella cuyo rostro lento se iba borrando de mi percepción; y aunque había ya luz y el vidrio estaba cerrado, quedé con la certeza de haber entendido algo; el barco sujeto al muelle meciéndose lo confirmaba.

Jerusalén Celestial
—Y vi a los muertos, grandes y pequeños, de pie frente al trono... El mar devolvió los muertos que guardaba, la Muerte y el Hades devolvieron los muertos que guardaban... Entonces dijo Él que está sentado en el trono: “Mira que hago un mundo nuevo."
Cerró el Libro y, con la mirada fija en su rebaño, dio inicio a la bendición: —In nomine patris, et filii, et spiritus sancti. Podéis ir en paz, missa est.
Camino a la sacristía indicó al monaguillo que, en cuanto se fueran las últimas beatas, limpiara bien los restos de carne podrida y gusanos que acostumbraban dejar sobre las bancas.

Renuncia
Dejé los exorcismos porque nunca encotré al diablo. Sólo humanos.

Onírica
He encontrado a la mujer de mis sueños. Con mucho cuidado la amarré, y la tengo guardada hasta que halle el modo de devolverla a su lugar.

Araganma
En Araganma los monumentos se mueven sin previo aviso, de lugar y de forma. Si el Libertador aparecía en la esquina de Independencia y Patria, la espada y el rostro en alto, dos meses después esperará el filo en el cuello frente al palacio de Justicia, y ya no será el Libertador, sino el Cacique. El ángel se vuelve puta alada (Lujuria, le llaman y dicen que es musa), y hasta un anuncio de llantas se puede convertir en un dios antiguo.A los ciudadanos y al gobierno esto les resulta cotidiano, y se comportan acordes con cada momento: no es raro que un día se ensalce en un discurso a Jacobo García por sus ideales de progreso y mañana sea un prepotente opresor. Del mismo modo, un burócrata va un día ufanísimo, ocupa la mesa el centro, invita una ronda, porque gracias a él funciona el sistema y para la cena se sienta en un rincón y en su soledad se avergüenza de ayudar a que no funcione.
Una y sólo una de las estatuas nunca cambia de significado, esté donde esté, y por eso nadie le hace caso, aunque representa el espíritu mismo de la ciudad. Despreocupado, jugando con sus cascabeles y siempre riendo, el bufón de piedra observa.

Los sobrevivientes
La peste había llegado a Norwich semanas atrás. La gente temía salir de las casas y cualquier contacto con los otros. En las calles sólo había cuerpos tirados, perros comiendo, y moscas. Grandes equis rojas marcaban las casas infectadas, y las puertas tapiadas desde fuera significaban la condena de familias enteras. El duque, desde su castillo, había mandado traer un curandero, pues los campesinos estaban dejando de producir siquiera para los impuestos.
El hombre fatídico llegó al amanecer. Todo el pueblo salió a recibirlo.Sólo quedamos el sordo, el cojo, y yo, el idiota.

Dictador
Habiendo fracasado la herbolaria y la oración, las noches del dictador pasaban entre el blanco releer a los clásicos y la reconstrucción de ciertas grandes partidas de ajedrez. Ya viejo, recordaba con ello sus años pasados, y entristecía.
Su palidez y sus ojeras preocupaban a los médicos, a sus familiares y a la Junta, que decidió requisar. Funcionó; como había hecho con tantas cosas, aquel tirano empezó a quitarle el sueño a los justos.

Dos por dos son cuatro
Ayer enterramos a don Nicolás Gutiérrez, su alma sea con Dios. La mitad del pueblo iba con nosotros, ahí estaba Rosarito, toda compungida (dos funerales en una semana no es algo que una niña deba aguantar). Los demás estaban en el servicio de Atilio, nos habíamos puesto de acuerdo para no cruzarnos calientes de ánimo.
–Que se agarraron a cuchillos es de todos sabido; y que fue por una muchacha, de todos supuesto. Lo que nadie sabe, don Nico, es que fue por su hija.
–¿Cómo por mi hija, deslenguado?
–Pos así como lo oye. La Rosario noviaba con el Julio y él la halló paseando con el fuereño; ya sabe cómo es de encendido el muchacho, nomás se le dejó ir con el machete de caña, ahí juntito a mi casa. Lo que pasa es que usted siempre está tan fijado en su negocio que ni se entera quién le alborota el gallinero.
Algún imprudente se rió primero, y luego toda la cantina. Que se agarraron a cuchillos todos lo saben, pero los pocos que sabemos que fue por la misma mujer que los anteriores mejor nos callamos, no vaya a ser que alguien se ofenda.

Perseo encarcelado
Al grito de "Mírame, Medusa, pues yo soy tu espejo", me lancé a la conquista de la mujer imposible. Cuando su cabello dormía, a pasos silentes, fui penetrando su lar. Mientras desenvainaba, a su lado, evité que abriera los ojos con un beso.
Hoy ella sabe que iba por su cabeza, y yo que me ha de volver estatua. Pero desde aquella noche dejamos las enemistades para más tarde.

1 comentarios:

Síncope | 26 de noviembre de 2009, 14:09

Hola, soy parte del Consejo editorial de la Revista Síncope y nos han gustado mucho las minificciones de Santiago Ruiz Velazco, nos gustaria publicar algunas para nuestro siguiente número en diciembre, sin embargo no contamos con su contacto, por lo mismo nos gustaría pedirles su mail para poder pedirle permiso.

de antemano gracias,
estamos en contacto.


Alina Hernández (Denisse Navarro)
Consejo Editorial Síncope

nuestro correo es
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