Minificciones panameñas


Criaturas escritas
La sirena nigromante del tamaño de un meñique agita su cola en la cazuela mientras taciturna cavila y urde cómo saltar fuera. A su lado hay una rana dorada con pintas verdes, sumamente venenosa y aficionada a la ópera. Intenta abrir la tapa del frasco de vidrio que la aprisiona, pero la tapa se mantiene herméticamente cerrada. En un florero verde, un gnomo de la Sorbona porta un gorro rojo –de edición limitada– y profiere palabrotas, sentado sobre las últimas migajas de setas silvestres que le quedan. La cocina es un arrumaco laberíntico de ollas y frascos, cada uno con una minúscula creación contranatura. La mayoría intenta liberarse batiendo un par de alas, rugiendo o balando, pero son tan pequeños que todos sus esfuerzos sumados resultan en un zumbido.
El escritor entra a la cocina dando un portazo. Sus pesados pasos resuenan en las almas temerosas de los prisioneros. ¿A quién escogerá esta vez? Su mano atrapa a un murciélago filósofo fosforescente que intenta volar dejando destellos verdosos. El escritor sale de la cocina y se sienta a la mesa. Coloca al murciélago filósofo sobre un papel en blanco y lo sujeta con unos alfileres. Lo observa con cuidado. En la mente del escritor centellean palabras como letreros fluorescentes en la profundidad de un acuario.
El escritor pesca vocablos húmedos, morfemas y lexemas que empapan su imaginación. Toma un bolígrafo y empieza a describir al murciélago. Lo deshace y rehace con sustantivos, lo pinta con adjetivos, lo esclaviza con verbos. El murciélago se desvanece sobre la hoja y ahora reside en las palabras del escritor. Éste, satisfecho de su tarea, coloca la hoja en una abultada carpeta y sonriendo para sí abandona la estancia.

Borrón y cuenta nueva
Me crearon para darle a la Mujer Maravilla una ayudante, tal como Batman tiene a Robin. Según uno de los guionistas debo ser rubia para hacerle contraste a Diana que es morena. Menudo dilema tienen con mi busto, que si lo llevo strapless como ella o más cubierto. Se han hecho un lío con todo lo demás y ni hablemos de mis diálogos. Finalmente hoy durante una reunión tuve que escuchar cosas como “qué sosa”, “totalmente prescindible”, “el traje está fatal”, y así sucesivamente. Cuando los del equipo se fueron, mi dibujante casi se echa a llorar.
Siento un extraño hormigueo en el vientre. Quizás me esté rehaciendo el cinturón. Experimento la misma sensación de vacío en los hombros, el torso, ¿qué hicieron con mi cabello?, las piernas… no encuentro mis zapatos. Si me borra la boca no podré hablar, oiga, oiga, #$%#, ¡mal…!

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