Textículos. Rubén Darío Otálvaro Sepúlveda


DIOS NO JUEGA A LOS DADOS
¡No existe el azar! Afirmó categóricamente Einstein. Y continuó con su disertación en el Congreso de Física Cuántica al que había sido invitado en la universidad de Zurich. El mundo –continuó- no es una formación al azar, existe un solo universo y éste es así porque sí, porque más allá ya no hay respuesta para el hombre. Lo que hay más allá del Hombre y del Universo no es la Nada, ni el Vacío, ni el Caos. El Hombre Es lo que Es. En este sentido, todo puede ser predecible, planeado, controlado. Todo ocurre por causalidad nunca por casualidad. Toda nuestra vida y nuestros actos están regidos por leyes. Sin duda alguna cada hecho tiene una causa real. Todos los acontecimientos atribuidos al azar no son más que la incapacidad física y mental del hombre para dominar todas las variables que gobiernan tales hechos. Todo puede ser perfectamente predeterminado: desde el movimiento de la luna, el tiempo exacto en que ocurrirá el próximo eclipse hasta el número preciso donde caerá la bolita en la ruleta.
¡No estamos aquí porque un par de dados cósmicos hayan caído bien! -concluyó.
Y la ovación generalizada no se hizo esperar.
Al llegar a casa y después de un cálido beso a Meliva, su mujer, Einstein fue a saludar a sus dos pequeños hijos: Hans Albert y Eduard y en el preciso instante en que abre la puerta de la habitación y da el primer paso, pisa la patineta y va a dar al suelo y muere por perforación profunda de la arteria aorta. El menor, Eduard, por un descuido involuntario, había dejado tirado y olvidado el compás, que su padre le había regalado la noche anterior con motivo de su cumpleaños número seis, en el suelo tapizado y abierto en ángulo de trescientos sesenta grados.

MINOTAURO
A la media noche Pasifae abandonó el frío lecho de Minos y salió; la brisa desordenó su luenga cabellera y miró al firmamento: los cuernos de la luna acrecentaron su nostalgia. A sus oídos llegó el incesante rugido del mar y corrió saltando como niña traviesa entre las espumas saladas, de súbito el viento con fuerza varonil levantó su falda y dejó ver la concha húmeda entre sus piernas, por instinto intentó cubrirse y cuando alzó la cara se encontró ante ella a un enorme toro blanco. Retrocedió asustada y luego, impresionada por la excepcional corpulencia y belleza de la bestia, se detuvo, lo miró a los ojos y le sonrió. El animal, indiferente, se volvió y se internó en el océano. Ella lo vio desaparecer entre las olas y desde entonces no tuvo sosiego: un furioso río de deseo la recorrió toda. Esperaba ansiosa las sombras de la noche para escapar furtiva al encuentro del toro. Intentó seducirlo una y otra vez infructuosamente. Entonces pidió ayuda a Dédalo, quien le construyó una bella vaca de madera hueca, de manera que ella pudiera esconderse en su interior. Minos le dio las buenas noches con un dulce beso en la frente y se sumergió en un inocente sueño. Pasifae presa de una ciega pasión corrió al rebaño y tomó un poco de ese líquido espeso y caliente de la grupa de una vaca en celo, se lo untó con desespero y se metió dentro de la vaca de madera y esperó con el corazón saltándole en el pecho como un colibrí enloquecido. Atraído por el fuerte olor, el toro salió del mar y convencido, por la perfección del disfraz, arremetió con violencia brutal: un alarido de dolor y placer puso en fuga a las estrellas y la luna.
Nueve meses después, en la fiesta de bienvenida al primogénito, Minos orgulloso y feliz pidió que le trajesen a su hijo varón para mostrarlo como un trofeo y prueba de su virilidad y linaje. Su sorpresa fue total cuando la nodriza le ofreció al niño en vilo y él le quitó el manto: un niño normal salvo por un pequeño detalle: tenía rostro de toro.

1 comentarios:

Anónimo | 26 de octubre de 2009, 21:03

Primero: Einstein no era un positivista cerrado a la cuantificación, a la cosificación de la realidad.

Segundo: Un compás a 360° está cerrado (pero al revés) ¿No quiso decir 180° o 90°? En esas gradaciones es más fácil clavárselo en su cabeza.

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