Palabras de Orlando Romano en La Nación

Gatuno II

Tengo la firme sospecha de que mi gata puede volar. Lo extraño es que aún no me haya contado nada.

Arte y vida

En un bar se me acercó uno de mis lectores. Comentó que un relato mío -el de seis bebés decapitados por su madre- lo tenía preocupado; quería saber si se trataba de un hecho real. "Naturalmente", le respondí. "Gracias al cielo", suspiró aliviado. Y agregó: Sería espantoso que la mente humana fuera capaz de inventar algo tan abominable".

Ateístas

Julius Sulimani, fundador de la Orden de los Incrédulos, jugó ajedrez con su discípulo mejor cuando el sol de la mañana se puso rojo, como de sangre. Confuso, quiso saber el discípulo de qué se trataba aquel fenómeno. El maestro respondió que era un eclipse; suceso raro, pero portento de la naturaleza al fin.

Minutos más tarde un unicornio pasó, trotando, junto a ellos. Adelantándose a cualquier pregunta, Julius comentó que, en la comarca, se mezclaban criaturas que no respetaban sus razas.

Seguían compenetrados cuando uno de los caballos blancos se transformó en un diminu to cordero que se devoró, una a una, las piezas restantes.

Jovencito, creo que deberemos rendirnos ante semejante evidencia. Cuando una disputa mental tan singular como ésta da señales de desquicio, hay que abandonarla -dijo el maestro, aferrando al cordero para ir a preparar la cena.

Al día siguiente estaban en el mismo sitio, jugando damas.

Orlando Romano nació en Tucumán, es escritor y periodista. Aquí, fragmentos de su obra Cápsulas mínimas, relatos hiperbreves.

La Nación. Espectáculos. Viernes 19/12/2008

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