Seis de Alejandro Bentivoglio
INTERVALO DEL HOMICIDA
Buscando el cadáver de su esposa, a la que apenas recordaba haber asesinado, encontró unas cartas que ella le había escrito muchos años atrás. Se sentó a leerlas y no pudo evitar llorar como un chico que ha descubierto que su madre nunca volverá.
Incluso el cuchillo que guarda sin limpiar en la cocina, parece más pequeño en la hora de recuerdo.
El maestro pidió el cuaderno al niño. El niño se lo entregó y el maestro pudo ver que solo había garabatos y dibujos sin sentido.
-¡Usted es un irresponsable! –gritó el maestro-. ¡Vaya a la dirección!
El niño asintió con gesto cansino, el gesto del que conoce bien la terrible distancia que separa la infancia de la adultez. Se levantó del pupitre con extrema delicadeza, se alisó los bigotes y salió del aula.
Un tercer hombre, más pequeño, aguarda en el living. Sonríe pasivamente. Su cuerpo está quieto. Cuando alguien toca el timbre, él grita satisfecho.
Al dar los primeros pasos encontró un enorme palacio de cartón pintado. Árboles de papel. Ridículos animales de telgopor.
Famoso es el caso de un verdadero caballero amigo mío que apenas ser presentado a los invitados de una fiesta organizada en un décimo piso, saltó por la ventana para no importunar a nadie con su presencia.
Hoy en día, en cambio, la gente prefiere la grosería de permanecer viva y entre nosotros.
2 comentarios:
clap clap clap.
una mejor que la otra.
es un genio.
Muy buenas. Lo del suicidio, ¡toda una idea! Hay que llevarla al Ministerio de Educación
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